lunes, 10 de agosto de 2015

Voz

entreabierta la boca, 
le insta a su interior,

por un decir;

que los pliegues vocales,
vehemente, le concederán,

aun a pesar del agotamiento;

y saciado así, el impetuoso intento,
de asesinar lo que resta del silencio,

la palabra liberada,
escapará de su enunciante, indiferente a ella;

y contemplará el abismo;

tan tentador el vacío,

la hará desordenarse,
y resbalar;

pronto,

lloraremos a la incoherencia,

con sus letras muertas, encarnadas en nuestra piel;

y su cuerpo,
incomprensible,

que la voz llorará,

sin lágrimas, pero con palabras tristes,

y el luto será la mudez;

los labios secos,
romperán su tersura;

y la sangre, llorará de nuevo la pérdida;

luego, al momento de sanar,
pretenderá entreabrirse la boca,

pero las cuerdas se habrán de cortar a sí mismas;

para evitar otra tragedia igual,

y cerradas las comisuras de la boca,
tantearán el silencio;

e instarán por un decir,

que se les será negado,

y la voz,
resguardará sus propias palabras,

reordenándolas,
creando relatos, o simplemente contemplándolas;

hasta que ésta, sepa fallecer,
y aquellas escapen de la piel carcomida por el tiempo;

para ser liberadas del cautiverio del cariño,

y serán,

junto al luto de aquella voz;


eternas,

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