entreabierta la boca,
le insta a su interior,
por un decir;
que los pliegues vocales,
vehemente, le concederán,
aun a pesar del agotamiento;
y saciado así, el impetuoso intento,
de asesinar lo que resta del silencio,
la palabra liberada,
escapará de su enunciante, indiferente a ella;
y contemplará el abismo;
tan tentador el vacío,
la hará desordenarse,
y resbalar;
pronto,
lloraremos a la incoherencia,
con sus letras muertas, encarnadas en nuestra piel;
y su cuerpo,
incomprensible,
que la voz llorará,
sin lágrimas, pero con palabras tristes,
y el luto será la mudez;
los labios secos,
romperán su tersura;
y la sangre, llorará de nuevo la pérdida;
luego, al momento de sanar,
pretenderá entreabrirse la boca,
pero las cuerdas se habrán de cortar a sí mismas;
para evitar otra tragedia igual,
y cerradas las comisuras de la boca,
tantearán el silencio;
e instarán por un decir,
que se les será negado,
y la voz,
resguardará sus propias palabras,
reordenándolas,
creando relatos, o simplemente contemplándolas;
hasta que ésta, sepa fallecer,
y aquellas escapen de la piel carcomida por el tiempo;
para ser liberadas del cautiverio del cariño,
y serán,
junto al luto de aquella voz;
eternas,
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