viernes, 14 de agosto de 2015

Acercándose y Yéndose

se entreverá,
la delicadeza en aquella flor casi marchita;

desfalleciéndose a su lado;

sabe amargo su final,

y en su belleza,
casi ultimada por la vida,

entrelucese su sufrir,

al son del estertor;

y próximo a su culmine,
éstas manos enterrarán al pétalo muerto;

cubriéndose de rosas,

que enmascararán al rostro;

ocultando al gesticulador en la putrefacción,
de la gracia de la rosa

ya que se verá atemorizado por la crueldad,

acechante en los troncos,
de los árboles ya muertos;

moviéndose,
acercándose y yéndose;

haciéndome llorar;

y de la plegaria que daré, en un último intento,
el nogal la entreoirá;

cobijando mi cuerpo,
con el calor de su agonía;

su madera, frágil,

me regalará un sueño más,

y a si misma se dará,
un sueño eterno;

éstas manos se cubrirán de fragilidad,
enterrando al difunto ser;

del cual aún su sombra, perdurará;

y ya muerto, aquel nogal,
no habrá acecho;

y acercándose,
y yéndose,

la crueldad huirá, por fin;

y miraré mis manos, ya resquebrajadas,
que derramarán toda belleza de mi rostro;

será la ofrenda a la rosa y al nogal,

los pétalos muertos, clamando belleza,
arremeterán contra el suelo en lentitud;

y enmascararé la desnudez de mi mirada,
con mis manos;

el frágil velo de mi rostro;

se quebrará,

y yo lo haré con él,

el último pétalo restante,
se desfallecerá junto a mi,

mi agonía sabrá amarga,

el estertor se hará presente,

y el último suspiro,
se aferrará a una flor naciente,

se volverá pétalo mi vida,

y la rosa, flamante de vitalidad,
crecerá,

hasta marchitarse,

y hasta que otras manos,
la vuelvan a enterrar;

junto a mi;

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