se entreverá,
la delicadeza en aquella flor casi marchita;
desfalleciéndose a su lado;
sabe amargo su final,
y en su belleza,
casi ultimada por la vida,
entrelucese su sufrir,
al son del estertor;
y próximo a su culmine,
éstas manos enterrarán al pétalo muerto;
cubriéndose de rosas,
que enmascararán al rostro;
ocultando al gesticulador en la putrefacción,
de la gracia de la rosa
ya que se verá atemorizado por la crueldad,
acechante en los troncos,
de los árboles ya muertos;
moviéndose,
acercándose y yéndose;
haciéndome llorar;
y de la plegaria que daré, en un último intento,
el nogal la entreoirá;
cobijando mi cuerpo,
con el calor de su agonía;
su madera, frágil,
me regalará un sueño más,
y a si misma se dará,
un sueño eterno;
éstas manos se cubrirán de fragilidad,
enterrando al difunto ser;
del cual aún su sombra, perdurará;
y ya muerto, aquel nogal,
no habrá acecho;
y acercándose,
y yéndose,
la crueldad huirá, por fin;
y miraré mis manos, ya resquebrajadas,
que derramarán toda belleza de mi rostro;
será la ofrenda a la rosa y al nogal,
los pétalos muertos, clamando belleza,
arremeterán contra el suelo en lentitud;
y enmascararé la desnudez de mi mirada,
con mis manos;
el frágil velo de mi rostro;
se quebrará,
y yo lo haré con él,
el último pétalo restante,
se desfallecerá junto a mi,
mi agonía sabrá amarga,
el estertor se hará presente,
y el último suspiro,
se aferrará a una flor naciente,
se volverá pétalo mi vida,
y la rosa, flamante de vitalidad,
crecerá,
hasta marchitarse,
y hasta que otras manos,
la vuelvan a enterrar;
junto a mi;
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