la ventisca arrasa todo a su paso,
y con su canto aireado,
sabe enternecer aún a la roca más recia,
posada allí,
el suelo se muestra como lo único que posee permanencia,
intacto así, éste se muestra,
al momento de hacerse presente la calma,
el paisaje confecciona su propia sanación,
y atesora las heridas que el temporal le produjo,
bajo su tierra;
que agrietada, ruega se entristezca el cielo,
y sobre ella retoce la lluvia;
próximos los vendavales,
besarán el aire de esta tierra;
lentamente, se debilitará el paisaje;
y el aire de aquellos malos tiempos,
se filtrará por las grietas terrenales,
y hará respirar a aquel pulmón escondido bajo ellas;
la permanencia del suelo se esfumará;
y éste habrá de creerse pecho,
imitando el movimiento de la respiración;
las ventiscas habrán de caer reiteradas veces,
sobre este paisaje que mutará su apariencia;
ni el horizonte será siempre el mismo;
el cielo se entristecerá,
y ahogará al órgano escondido;
que expulsará aquella lluvia,
a su superficie;
el tiempo, en su facultad;
pasará,
y correrá, escapando siempre del presente,
aún viéndose atado a él;
la respiración de la tierra,
comenzará a debilitarse,
y jadeará;
la confección de su salud,
se ralentizará, y nunca llegará a recobrarse del todo;
el respirar habrá de acelerarse,
y la tierra se moverá excesivamente;
el pecho no podrá contener todo el aire,
que filtrado por las grietas,
atiborró al pulmón;
el último temporal que caerá sobre aquella tierra,
será el más fuerte de todos;
los relámpagos cegarán a todo ser vivo,
por mas diminuto que sea su tamaño;
la tierra empezará a resquebrajarse mucho mas de lo que estaba;
el jadeo se ahogará en la tristeza del cielo,
que llorará toda su pena,
mientras un huracán arrasa con todo lo que la ventisca,
antes no pudo;
se enternecerán todas las rocas,
y el mismo suelo agrietado;
pronto alcanzará, aquella catástrofe,
su clímax;
y el ruido natural se silenciará;
se paralizarán ambos, tiempo y presente;
y el suelo, rendido ante la vida,
estallará;
la tierra, desplomada por el aire,
difuminarán las nubes negras en el cielo;
y el agua antes retozando en tierra,
habrá de llover hacia arriba;
y el aire guardado en el pulmón que habrá de estar destrozado;
soplará con todas sus fuerzas, lejos de lo que antes era su hogar;
y viajará,
como un nuevo vendaval,
una flamante ventisca;
buscando rocas que enternecer,
un horizonte a donde soplar;
y un suelo agrietado,
donde se esconda un pulmón,
que el aire de sus corrientes,
haga despertar;
para no dejar a aquel pobre suelo subyugado ante su eternidad insípida,
donde la permanencia reine;
si no,
para poder regalarle la vida a esta tierra,
y luego quitársela;
para imitar su fugacidad,
y recrear la esencia de la existencia misma;
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