el trayecto perforado,
sangra su tierra de su boca;
vaciándose hasta desvanecerse por completo,
sus despavoridos transitantes,
ante la inminencia del final,
efectuarán su huida hacia la inmutabilidad,
que el dolor sereno les dará,
en símbolo de ofrenda;
los ojos carcomidos en culpa,
como putrefacción,
cena de los cuervos;
esbozarán tristeza de sus comisuras,
en manifiesto del recuerdo,
y de la pérdida de la huella,
que sus pasos alguna vez dejaron en aquel camino;
se conmoverán almas,
se apenará el ímpetu,
y se volverá calma;
entreoiráse la agónica exhalación;
y la pérdida de una parte de este mundo,
¿dónde habrá de caminar el peregrino, ya?
las travesías próximas,
habrán de ser emprendidas,
lejos del cuerpo muerto de la tierra;
donde lo arduo de aquella futura invención,
imaginada para transitar,
el vacío que el trayecto fallecido habrá de dejar;
tiña de luto la sapiencia,
y atraiga al recuerdo a recordar;
pero nunca ha de cesar el peregrinaje,
por más dificultoso que sea el camino,
sabrán los viajantes;
que los pasos han de buscar la permanencia,
y que la tierra, ha de dejar de pretender serla;
porque pronto ambos lo serán,
como aquel trayecto,
hoy amigo de lo eterno;
compañero de la ruina de la muerte,
ya que después de todo,
la muerte,
su compañía y su tiempo;
es la única permanencia que conocemos y habremos de conocer,
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