miércoles, 18 de noviembre de 2015

Caos


las huestes de un sentimiento

ciegan a la calma, adormeciéndola
en un sueño donde la continuidad del silencio

es lo único que se oye;

y desposeído de tranquilidad,

el ser solo es ímpetu,
un impulso ciego;

y siente

siente hasta sentir que muere

y luego sigue sintiendo;

el amor es la furia más poderosa que existe

tanto así, que sabe desatar el caos,

al cual siempre emprendemos, en un momento u otro
el eterno regreso al que estamos destinados;

y es desorden

y es desequilibrio

y es;

simplemente es impulso puro, el ser en caos;

la mirada permanece embriagada en una ilusión de belleza eterna
mientras que la calma yace adormecida

y despierta

al estallar los vidrios que separan la vida del vacío

por el atrevimiento desesperado del cuerpo

que tras un lamento y posterior realización
rompe con el silencio de la forma del cristal

y enternece al concreto haciendo diluviar su sangre sobre él;

porque así ha de perecer el amor

siendo aquello que desata casi todo otro sentir;

pasando solo a ser recuerdo

y sangre sobre concreto
que nunca se seca,

y que trata de seguir, formando un río de flujo lento

los pasos de aquel que se aleja
cual calma

esperando ser adormecida

para no ver,

ni oír,

ni sentir nada;

aquel que se aleja

fundiéndose con el horizonte

dejando al río a medio ser
y al silencio perpetuo en un escombro 

donde antes hubo caos

al que se retornará
cuando duerma la razón;

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