ardor de un despojo,
mi voz hecha añicos
y el foco intermitente
que me hace desaparecer
de a ratos;
ardor de la inacabable realidad,
tal vez el vestigio de lo que vendrá
sea atesorado en un olvido
y no persista;
el umbral de mi puerta ha huido
y no he tenido oportunidad
de cruzarlo por última vez,
pero aún así,
diez ratas roen las bisagras inexistentes
del vacío que quedó,
pobres y hambrientos
sus cuerpos sin calor,
sobre ellos cayó la noche
y jamás amaneció de nuevo;
[desconozco si el mundo ha acabado ya,
mi ventana muestra solo lo que hay adentro
y afuera no sé que pasa]
ardor de un espejo,
cristales hechos trizas,
me veo rodeado de mi mismo,
pero no persisto,
caigo al suelo
y ya no existo;
mi cama se ha alejado de la posibilidad de un sueño
la imaginación, rota,
gotea felicidad hecha tristeza
y sacian su sed, las ratas
que han irrumpido en mi silencio
para roer mi carne,
a pesar de que me haya ido
ya hace tiempo;
lamento no haber tenido
la oportunidad de respirarme por última vez,
y lamento que ni un sorbo del presagio más cercano
tocó mis labios;
a medio aire
huí sin querer hacerlo
y aún muerto
tengo el pecho a punto de estallar;
tal vez las ratas
al capturar mi corazón,
revienten mi piel avejentada
con su hambre
y hagan nacer un viento
que traiga alguna flor para mi
y haga que la única luz de mi habitación
desaparezca,
así puedo dejar de aparecer
y seguir apareciendo,
así puedo verme
completamente fuera de este mundo
[aun estando en el]
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