domingo, 13 de diciembre de 2015

Rosas para la Muerte y la Inocencia

rechinan los dientes 
dentro de un cuerpo rígido,

se nutre la penumbra
de los latidos, que al corazón le roba

en el silencio del intervalo de los mismos;

ni un pellizco de un tórrido sol 

avivará la voz,

que acallada bajo la estela
de un temor [aún arraigado a su piel]

de su garganta ha huido

palabra a palabra,
desvaneciéndose

como grito,

cual adiós;

la piel enhebra impedimentos 
para no dejar solos a los huesos rotos,

que ha de recubrir
con su tersura,

mientras la espina, prometiéndole un pétalo,
invita a la sangre a caer

como relámpagos crujiendo 
el cielo negro, mientras aguardan por la lluvia,

[llanto truculento]

que cae desde el iris más claro
repiqueteando sobre la piel,

por la cual la sangre escapa
con un pedazo de ilusión

y cien promesas vacías;

desblandándose por la sed, el cuerpo,
va cayéndose a pedazos,

por la espina que jamás trajo su flor;

a la muerte, su engaño

la rosa, 
devora al corazón

y la penumbra abrazará al jardín

que arropará los restos del ingenuo
[aquella piel, aquella voz, aquella sangre]

entre raíces y olvidos,

bajo tierra reseca,
que cuna del musgo, será el vestigio

de pasos ilusos,
y agónicas lágrimas

que al pasto besaron por última vez;

haciendo de la sal,
brotar, en el campo donde reinan las sombras que decorarán mi muerte

una rosa, 
hambrienta de vida

que cautivará mi sangre

y detendrá mi corazón



Escrito con Felix

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