la reiteración de la voz, nos vuelve eco
aún pesar de que duela existir
en la desecación de este aire, habitado de palabras que jamás dije;
alguna incertidumbre, que me habla más allá de mis adentros,
implora porque guarde algo de este silencio que me pertenece,
pero el silencio sería mi sentencia de muerte,
puesto que la voz, a fin de cuentas es el aire que respiro, a pesar que duela:
tal vez ahora esté respirando un poema encriptado, uno que quizás descifre mi pulmón
y se convierta en un suspiro, solamente
o tal vez, en ese aire frío que conmueva mi piel y haga hervir mi sangre;
pero a pesar de que no exista preludio
ante aquello que la piel lucha por sentir,
la piel misma es delicadeza ante el aire que erosiona sus marcas,
ante la voz que pueda llegar a conmoverla, a invitarla a que sienta
incluso, a pesar de que duela tanto,
de que duela tanto el poema que haga colapsar el pulmón que conserva su tersura,
dejando a quien la viste sin palabras,
sin reiteración,
ni eco
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