lunes, 23 de diciembre de 2019

la foto de navidad sacada con flash con mi rostro tapado por un brazo alcanzando una sidra caliente de una mesa de plástico desnivelada

nos despertó el viento a la madrugada,
   
hojas podridas que se acumulaban
y oficiaban de sepulcro para las arañas que bajaban de la luna

haciéndonos esconder bajo los sommieres en donde ya no cabíamos bien.

nuestras manos palparon la arquitectura

y detrás del hombre hecho de siluetas
la televisión tartamudeaba estática.

"chh, chh, chhh, tszzz, tszzz"
  gritaban centenas de gusanos blancos y negros 

como un llamado de atención
 para volver a casa para cenar.

perdidos entre la descomposición de la imagen y lo ininteligible del sonido quebrado,
    nos despertó el hombre apagando la televisión

hombre que ya no era silueta, sino sombra

y cuya voz nos hacía encoger hasta caber en uno de los bolsillos de su traje.

nos depositaba en la garganta cerca de nuestras habitaciones
y se volvía a hacer sombra
  mientras su voz seguía en el eco 

 (¿en el de la arquitectura o en el de la idea?)

el viento continuaba soplando,

 los escalones parecían inmensos ante los ojos de la probabilidad.

nos recriminamos nuestra falta de automatización de lo cotidiano.

nos dormimos.

nos despertamos por la puerta siendo golpeada en un ritmo sincopado.
   
 habíamos oído alguna vez de los mercachifles que vendían por la noche aquello que estaba prohibido ver durante el día.

por un instante volvimos a la vida aquello que habíamos asesinado de la memoria

    el estruendo que incendió las nubes
el cielo cayéndose a mil por hora sobre nuestra cuadra

el humo que se disfrazaba de niebla, los incendios de los jardines vecinos


y la fuga masiva de los perros asustados.

y las familias peregrinando por los barrios, tratando de hallar a la mascota que respondiera a su llamado

"ps, ps, ps", llamaban nuestros vecinos.

"tss, tss, acá acá", retrucábamos nosotros.

la humedad del azufre en el aire
 los autos acelerando para evitar controles
  el alcohol en sangre hirviendo las venas de quienes mañana despertarán vomitados

el vidrio roto de decenas de botellas, desparramando sangre por toda la calle

y la muerte

al final siempre la muerte.

 cenamos hoy alrededor de nuestro perro muerto por segundo año consecutivo
enterrado bajo los álamos

mientras los dioses juegan a las cartas
  y lo transmiten por pay per view (ahora en technicolor) en la previa del brindis de fin de año.


no atendimos al llamado de la puerta.

 aun quedan decenas de platos sucios sobre el piletón,
puedo oír a las moscas depositar larvas sobre la vajilla más cara

me revuelve el estómago un poco.

en la heladera ya está todo podrido

  las sobras frías (25)
  las sobras frías (26)
  las sobras frías (27)
  las sobras frías (28)

  las sobras frías (29)

  las sobras frías (30)

los cadáveres de arañas apilándose de nuevo en la puerta de casa,

    el cielo escurriendo las nubes
    sobre una mesa de plástico
    que sostienen

    platos servidos con mosquitas neonatas.

un corte de luz a las 00:00

 y un incendio en el patio del vecino.

martes, 26 de noviembre de 2019

la demolición de la última catedral gótica

he abandonado decenas de réplicas de cuerpos míos
(ex-cuerpos)
 en lugares en los que no reconozco haber estado.

me (he) visto (nido) de mugre,
 los pelos que pierdo enredándose con las pestañas quemadas

mi espalda pegada de costras de pus oxidado a las sábanas incendiándose.

 el dolor ya no es fobia
 ver de frente a (mis) ojos sin brillo, los espejos muertos
                                        polarizados de asco

son sinónimos de que me va faltando el aire,

que del hueco
mi pecho 

cortado a la mitad, abierto el cielo 

 está ahí, ofreciéndose a las primeras manos que lo toquen. 

he de torcer mis costillas como agujas de reloj 
que den las cuatro y treinta y dos de la madrugada

 y gritar  
 para convencerme de que puedo oírme, de que todavía puedo hablar

pero,
 resoplar aire helado es anticipación a un letargo no anunciado

 otra vez dormir,
 mañana se puede probar otra vez

mañana cuando el el cielo me está viendo a través de mi mismo
       cuando vea al cielo a través de lo que soy

cuando con un círculo de cigarrillos a medio terminar en un cenicero rebalsado

 dibuje runas propias de un lenguaje inventado en sueños colectivos de aquellos que nunca he conocido

que reciten
 los poemas ágrafos que nos conmueven tanto.

  (desaparición críptica del signo)

 la voz alejándose por vergüenza,
y solo el instinto

que prevalece

en un coro con los labios cocidos murmurando una melodía que se me hace un poco familiar
pero que no termino de reconocer del todo.

las quemaduras de sol en el invierno
y la automatización de estructuras

  los caminos que nos conducen a donde ellos quieren.

la pérdida de voluntad en las edades de la deserción
anexo; en adhesión a las derrotas que hemos cosechado

se anuncian nuestros futuros por ventanilla

 mientras las noches caen sobre el andén
 llenándose de sombras sin rostro.

   la sala de espera,  

    los anhelos en un tren con fallas eléctricas, vidrios negros
  y los asientos de todos los vagones ocupados por la familia del maquinista,
velándolo.

el corazón y la poli(a)rritmia,

  las huellas de alquitrán sobre el horizonte dan indicios de un incendio que lleva siglos ardiendo, 

  sirven aperitivos de kerosene y lejía que ofician de casualidad fortuita
 el aliento azufre 

y la acidez que nunca nos ha abandonado.

 las ventanas se empañan,
 los ojos cansados,
 el tratamiento ludovico.
   
todos los vendedores ambulantes pregonando el descuento en deidades efímeras por docena 
       otros quienes ofrecen programas de doce pasos para lograr la bancarrota moral perfecta

hoy en día nos resulta muy elegante la idea del naufragio,

  pero pararse al borde del abismo, al borde del mundo, al borde de la puerta principal de nuestra casa
o nuestra habitación

 y desistir de dejarse caer
  por creer poder encontrar otra manera de dejar de ver lo que ya tanto hemos visto

 es la valentía que creemos poseer aun dentro nuestro disfrazada de una voluntad que parece no ser suficiente.

y la piel manchada
  de plegarias sin respuesta siquiera de un mísero eco,
de un sol que parece caer sobre nosotros,
de un invierno nuclear dentro de nuestras casas,
de una tierra infértil,
 de diálogos que deseamos haber establecido alguna vez,
de nombramientos inútiles,
de listados sin sentido, 
   de una sangre que no es nuestra,
  
manchada de jurar venganza hacia quienes nos han traicionado,
                          persiguiendo nuestra propia sombra.

jueves, 14 de noviembre de 2019

un museo con todas las páginas caídas de internet de principios de milenio

I

no hay separación entre quien observa y el objeto observado.

el velo de mármol que cubre las estatuas a los pies de un jesucristo carente de fe
haciéndose polvo.

pecar de voyeur ante lo divino.

somos quienes observamos la destrucción de lo que alguna vez pareció eterno

 somos lo destruido, también.

II

el recuerdo como respuesta a la idea de extinción.
   la manipulación de la memoria como crimen de guerra sin condenar.

cerrar los ojos para ver el sol.

apuntar los dedos al cielo 
                y gatillar.

 que este caiga o no, no es relevante en este caso,

solo es la excusa 
para así no volver a levantar la cabeza nunca más.

III

actividad didáctica y muy divertida para un día lluvioso: 

1) observar lo que pasa por la calle por el reflejo del vidrio de una heladera que aun mantiene el logo de 7up de hace dos décadas atrás.
2) ver como poco a poco se va quemando el foco que mantiene visible a todas esas latas de gaseosa vencidas.
3) observar como la calle toma más presencia, como se hace todo un poco más gris, como la lluvia empieza a caer con mas fuerza y como todas esas personas parecen un poco más tristes reflejadas en un espejo de nostalgia comercial
4) hallar una metáfora sobre la situación que pueda reflejar tu grado de sensibilidad/empatía hacia la escena.
5) de no producirse nada dentro, solamente describir la escena con algún formato que se aleje de lo convencional para que parezca profundo y no una mera descripción de algo que pasó alguna vez en una rotisería olvidada.

IV 

la vida entre bajas de tensión, o mejor dicho

 la vida como baja de tensión 

es
como
    cuando el ascensor parece haber colapsado y estar listo para caer al vacío, 
    pero solo titubea y sigue subiendo hacia tu departamento tras unos ruidos un poco más fuertes que lo usual.

ese momento que nos hace creer que todo alrededor se fue, que solo seguimos nosotrs, pero que también nos estamos yendo

ese momento que es tanto, 
como a la vez es nada

pero solo termina por ser el reseteo del servicio de internet justo cuando estabas por ver el final de un capítulo de una serie.

V

  ¿cuantas horas sin dormir van?

el quiebre de las defensas, 

 los 40° de fiebre, 
 despertarse en un hangar empapado de miedo 

los cólicos, 
el vómito

  el abrazo del cuerpo pudriéndose.

estar en el medio de un océano 

despreocuparse por creer estar cerca de la orilla, mientras te van tragando
el agua está salada, por lo que mi saliva también

 el vómito vuelve acechando.

 comenzar a ahogarse y no saber nadar
 entender que estás a punto de ahogarte y hallar consuelo en comprender tu destino.

el abrazo de lo irracional 

 el negativo quemado, 
 la piel chamuscada de odio 

la almohada acribillada a gritos por el dolor del cuerpo.

 los músculos latiendo, queriendo volverse corazón para suplantar al que yace enfermo.

 los sueños no existen más/
los sueños no existen más/
     s             o                  s

los labios se caen, los dientes permanecen, pero prontos a sucumbir por la erosión del viento.

 tocar el fondo del mar con la punta de los dedos, 

la piel arrugada que hace juego con los pulmones inundados; las persianas bajas y afuera un invierno de 27°, 

  en mis brazos las quemaduras por el frío dibujan mapas topográficos de las tierras con las que soñé cuando dormí por última vez.

...

 ¿cuantas horas sin dormir van?

VI

final de poema inconcluso:

"[...] mientras silban por lo bajo,
marchando hacia donde llevan los recuerdos."

VII

un pozo ciego por debajo del bajomesada,

 el exilio de las ollas del teflón mas fino, contrapuesto al sacrificio de aquellas gastadas por virulanas en lavados que realmente no limpian nada.

plomería contemporánea: encintar hasta la próxima pérdida

 secar el piso con los poemas que no fueron,

así las palabras inundadas dejan de ser metáfora,
mientras que la suciedad prevalece

 la llave de corte de agua girada para la izquierda.


otra vez no tengo que comer y ya cerró todo.

VIII

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IX

los tímpanos rotos punzan de dolor por sirenas que se oyen a lo lejos, 
    el cuerpo se achica por el viento golpeando las ventanas,
  
 me duele la cabeza y solo quiero dormir.

  una bocina se pierde sin haber dejado de sonar por más de dos cuadras afuera de mi casa.

hay fuegos artificiales por un evento que desconozco.

 me rindo ante la noche,
 comienzo a anotar que pasa por debajo de mi casa:

-un hombre llorando a las 23:47 pm
-un hombre y una mujer hablando sobre como el año se pasó tan rápido a las 23:59 pm
-una mujer con un ramo de flores a las 00:41 am
-un hombre tirando piedras a la vereda de enfrente 02:43 am
-dos (o más) hombres a quienes el hombre anterior les estaba tirando las piedras 02:43 am
-tres mujeres cantando una canción que no conozco 03:25 am
-un gato escapándose de una casa 03:33 am
-un perro y el susodicho gato que huye de él 03:34 am
-la misma mujer que pasó con el ramo, pero tirando el ramo en la calle 03:52 am
-un auto que pasa a gran velocidad escuchando la misma canción que las tres mujeres cantaban hace exactamente media hora asesinando a las flores sobre el asfalto 03:53 am
-dos hombres discutiendo sobre el contexto político actual 04:13 am
-un auto que para en la vereda de enfrente sin apagar el motor ni las luces y sin que nadie se baje 04:48 am
-el mismo auto yéndose 05:01 am
-el amanecer 05:38 am

cierro las persianas, pero la luz consigue filtrarse de todos modos; no tengo cortinas porque las uso como sábanas.

las voces migran del susurro de fin de madrugada al grito del mediodía
los autos comienzan a tocar bocina para asertar dominio entre sí

y hay humedad y hace calor

y me sigue doliendo la cabeza y todavía no puedo dormir y siento que todo esto fue en vano y que no aprendí nada porque me sigue doliendo la cabeza y sigo sin dormir.

lunes, 14 de octubre de 2019

el riesgo de soñar con la caída de la industria pesada

I

el riesgo 
de abrir los ojos

y verse escapar ratas de los cuerpos 
        de las noches (por las noches)

  que nadie puede (o pudo) oír.

II

el primer recuerdo: un incendio en un parque

 la infancia con olor a plástico quemado (número 7)
los recuerdos no biodegradables.

 los pedidos de auxilios que se mezclaban entre la ceniza de un tobogán,

   la ropa que sigue colgada en el tender desde entonces

 y una tormenta que bien aún puede venir
 como no.

III

irrumpir
para refugiarse en un monoambiente envuelto en plástico
               (con sus burbujas explotadas por el ocio)
  
   no brinda esperanzas de ningún tipo.

porque de cualquier forma todo se va a terminar por romper
(todo por romperse, termina; también podría haber sido una formulación válida, aunque más rebuscada)

"el fabricante no se hace responsable de los daños ocasionados por otros usos o una manipulación indebida".

 a veces es bueno tocar primero.

IV

seminario: el constante impulso de mitologizar lo que no comprendemos del todo bien y la idealización como sinónimo contemporáneo en la búsqueda de un confort inexistente.

V

contrapropuesta: un montón de palabras que no signifiquen nada pero que transmitan aires de una supuesta superioridad intelectual y una mínima noción de cumplimiento de una vaga noción creativa para mediocres como yo.

VI

corolario: y formatos de poesía que se asemejen a pozos mientras se transita la ruta con el paisaje más aburrido del país.

VII

sigo queriendo encontrar pedazos de mí entre las palabras que digo, pero que cada vez entiendo menos,
pero que sé que si no digo van terminar por comerme desde adentro

     escapándose de mi cuerpo (la noche) como ratas (por la noche)

         sin siquiera velar por un amanecer,
              erizando el suelo de muerte
     
 y recluyéndose donde nadie pueda oírlas.     

aunque quizás si estén mejor ahí.

                                                                                   (acá tampoco estoy).

martes, 8 de octubre de 2019

un tender con ropa húmeda colgada seis minutos antes de una lluvia de verano

un árbol cayó sobre el portón
abriéndolo

  en mi casa hablan habitaciones donde no estoy

 gritan paredes contiguas
 no hay almohada que me regale silencio de ningún tipo.

  la puerta está abierta,
 sin llave.

 el portón sigue abierto

mi perro tiene días de muerto.

el duelo
 en verano, 

 la sangre en los tobillos 
  las medias blancas pegadas a la piel

  regalo de navidad
 dosmilcinco
dosmilcuatro, no sé

 correr duele, pero no importa tanto 
  es que tengo que alejarme de mi casa.

las habitaciones gritan menos
  los árboles gigantes susurran a mis espaldas

mientras el sol me está siguiendo.
          
 arriba mío, el mediodía
 no tengo gorra, pero si dos manos. 

no tiene sentido que me cubra la cabeza, de todos modos,
 como tampoco tiene tiene sentido que corra 

es como cuando llueve.

 la lluvia sigue estando adelante, el sol va a seguir estando arriba de mi cabeza.

la respuesta siempre es resignarse.

aunque me gustaría que llueva,
 siempre pienso que pasaría, si un día lloviese tanto y todo se volviese océano.

pienso, que si estuviese en el medio del océano ya hubiese atraído tiburones (por la sangre de mi tobillo que está pegada a la media que me regalaron dos navidades consecutivas)
que ya me hubiesen comido.

si estuviese en el medio del océano ya sería de noche,
por la diferencia horaria, claro.

aunque no sé tampoco en que océano estaría, ¿sería uno nuevo?

¿uno que unifique a toda el agua del planeta?

 paradójicamente
el pacífico es el más violento

y el atlántico, bueno
 solo lo conozco de nombre

 y a todo esto, tampoco sé donde hay tiburones.

sé que en mi casa no,
 porque por ahí hay solo pasa un río,

 un río que a veces crece.
 un río que a veces se achica.

no podría haber un tiburón ahí porque serían muy anchos y frenarían el caudal del río sin poder seguir avanzando.

 ¿eso crearía un río aparte? ¿un río AT y un río DT?

(antes del tiburón, después del tiburón) 
eso me lo enseñó la biblia.

¿dónde comienzan los ríos?
  ¿quién define los principios?

  ¿quién marca los finales?
  (pensándolo, tratándose de un río, puede ser un mar, o un océano. siento que son figuras de autoridad en lo que respecta a todo lo referido al agua)

si pensamos en las estructuras organizacionales de lo acuático,
   un río es un empleado con antigüedad, pero sin la suficiente perspectiva y enfoque como para poder escalar mas alto.

 los arroyos trabajan en negro,
  los charcos son pasantes, llegando entre lluvia y lluvia.

llegué al final de la ruta.

 no hay océano, no hay río (acá, a unos dos kilómetros si está, no se movió) (corrijo: bueno si se está moviendo, pero no sus costas)

 el sol se escondió entre unas nubes que pasaban. 

me toco la frente
no sé si tengo fiebre o es que estoy pensando mucho.

   no hay autos pasando.

 miro el piso, 
 busco algún insecto para preguntarle si el sol también le hace doler la cabeza.

 miro el piso buscando y encuentro mis pies.

 había obviado/olvidado (ambas funcionan) su existencia y automatizado el caminar.

miro mis medias, ya un poco marrones por la tierra
 y una pequeña rama roja queriendo formar una aureola en mi pie.

 cada vez que pestañeo parece oxidarse un poco más.

¿por qué estoy usando medias?

 ¿por qué no cambie las zapatillas que me quedan chicas y me hacen doler?
 ¿esto es acostumbrarse?

camino, no porque quiero
 sino porque me dijeron que camine y aun no tengo la edad para negarme.

 hace aproximadamente ochenta y cuatro pasos que siento una molestia en mi pie derecho.

sé que es una piedra, siento que uno puede ver con el tacto; tanto como si se esfuerza, como si se acostumbra (a la fuerza)

por ejemplo, yo conozco mi cama y la conozco porque paso mucho tiempo con (o en) ella.

 si me acuesto en una cama que no sea la mía, sé que me voy a dar cuenta.
 si me acuesto en mi cama, sé que me voy a dar cuenta que es mi cama.

 pienso si es que los sueños cambian según donde uno duerma.

en mi cama no tengo sueños lindos.

 mi pieza es muy oscura y siempre sueño que me persiguen
y no sé si será que porque mi pieza es muy oscura, en mis sueños no puedo ver nada

 y sé que soy yo, porque me toco la cara y me reconozco porque aprendí quien soy yo para mi tacto (aunque aun me cuesta un poco reconocerme haciendo uso de mi vista)

 ¿por qué los sueños tienen que ser malos? ¿acaso mi cama tiene algo que no está bien?

¿si duermo en un colchón que está a la venta, soñaré un sueño estándar? me imagino algo asi como, regar las plantas y que no  pase nada.

 por ejemplo, si yo regara las plantas en mis sueños, la manguera se abrazaría de una forma poco amigable a mi cuello y escupiría tanta agua que me dejaría varado en el medio de un océano

 y si tengo sangre en mi tobillo, con la piel pegada a la media blanca que ya no es tan blanca por la tierra, que fue un regalo por dos navidades seguidas

 creo que ya saben que pasaría.

 aunque si un tiburón me come (en un sueño), lo más probable es que me despierte (en mi pieza.)

¿y si mi pieza es tan oscura por que es el estómago de un tiburón y nunca me di cuenta? 

   de ser así, esta ruta afuera de mi casa vendría a ser algo así como el intestino delgado (que es el mas largo) (creo)

me dijeron que camine lejos,
  que me vaya de mi casa por unas horas

pero no quiero caminar mas.

 me quiero sacar las medias pero me duele mucho la sangre hecha costra que no cede
y tira
y duele.

 se me escapa una lágrima (que vendría a ser el escalón mas bajo de un organigrama de agua o, como lo acabo de nombrar, aguanigrama) 

 quizás tendría que hacer una variante para el agua dulce. 
 otra rama de una misma empresa.

no veo insectos,
   las piedras se hunden un poco más mientras las piso.

la tierra parece estar muriendo.

 estoy en el final de la ruta y no pasan autos.

a lo lejos veo dos figuras como puntos, sentadas en el borde del mundo.

  -el borde del mundo, en este caso es una estación de servicio-

 creo que puedo distinguir gorras en sus cabezas.

 el sol no les debe doler tanto.

veo por la ventana del borde del mundo,
 los anaqueles del abismo están vacíos
  
   el calendario marca que hoy es jueves (hoy es domingo)
     veintiséis (cuatro)

      de mayo (febrero)

    de milnovecientosnoventaycinco (dosmilcinco, o dosmilcuatro, no sé)

 hay un perro que está soñando
 ¿tendrá sueños lindos?

mueve la pata un poco.

  no es ningún indicio de nada.

 extraño a mi perro

 no dejo de buscarlo entre la tierra
 pero ningún suelo lleva su nombre

(tiempo después habré de saber que le dieron un funeral vikingo en un basural, ante los ojos de nadie)

  cae la noche y se me hacen un poco más pesados los hombros.

oigo la frecuencia fluorescente del borde del mundo a cientos de metros
     parece una colmena enojada,
     abejas de neón.

 veo salir a la luna,
 pero me doy cuenta que es un auto con una luz rota.

acontecimiento: acaba de pasar un auto por el final de la ruta.

 para ese auto, es el principio.

 ¿quien define los principios?
 ¿quien marca los finales?

  vuelvo al patio de mi casa. 

  el cadáver del árbol sigue en el suelo, 
  mi portón sigue roto.

 la puerta abierta, sin llave.

está todo tan calmado
 y aun así, me sigue doliendo la cabeza.

 veo la correa de mi perro y lo extraño.

 hundo mis dedos entre la tierra,
 sigue sin aparecer.

  el río sigue estando donde está, no hay tiburones.

 hoy parece que se achicó un poco.

  la luna sale, está vez de verdad.

se prende una luz por primera vez en semanas.

 las habitaciones murmuran entre sueños,
 no quiero dormir porque sé que me voy a despertar asustado.

 desde la ventana veo los autos pasar a lo lejos

  me ofrecen ir a la casa de un pariente para ir a cenar, pero me niego

  un auto se escapa de la boca de mi patio, 

   las piezas contiguas hacen silencio
   hay una almohada apretando mi cara, mis dos manos cómplices.

    quizás hoy duerma en el sillón, me digo
    con las zapatillas que me quedan chicas puestas

  con las medias blancas, amarillentas por la tierra que fueron regalo de dos navidades consecutivas
  abrazadas a mi piel por una costra rojiza que se amalgama a la tela de baja calidad

 porque esto es acostumbrarse,
 resignarse

 da lo mismo.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

evidencia de la existencia de los viajes en el tiempo

a pocos metros de la ruta
las luces de los coches descubren y guían mis pasos de a ratos

y el viento me escupe ripio en las rodillas (enseñanzas del catolicismo más cliché)

 mientras desvisto la impaciencia de a tics ligeros.

bajo lo que quedan de mis uñas,

el olvido en forma de óxido
  deja entrever un cartel de SOS cuya línea no opera hace años.

 hay un hotel acá cerca, 
  en el medio de la nada

   donde las historias son siempre las mismas,

a saber: infidelidades con pretensión noir, 
     voyeurismos por circuito cerrado 

blablabla,

 las moscas alineándose en la retina de una de las tantas miradas amarillentas de una revista de hace mas de diez años que
  sostiene un encargado tratando de buscar el ángulo correcto, aun inexistente, donde se pueda ver algo que de un poco de aire a su libido muerta

  blablabla, 

las ventanas tapiadas, 
  el olor a la ausencia que siempre es humedad

 sábanas de polvo, desagüe por ducha, un mundo cansado.

el desayuno que se sirve a las nueve 

 y el comedor cerrado hasta nuevo aviso.

había un hotel, 
 allá lejos

los muertos no pueden ocupar un lugar en una sala que ya está llena.

la bandera a media asta
 por el río se hunden los cadáveres, saludando.

  ¿cómo luce la urgencia?

¿cómo se distinguen las caras entre la multitud?

las sirenas atraen pánico 
 el confort es para cuando todos estén dormidos,

 los mecanismos de represión, 
los mecanismos de la necesidad
            de alojar el deseo
        en donde no sea dañado,

 corromper los sueños que tuvimos cuando jóvenes por pérdida de fé.

conceder para después negar.

  en la cuna, en los brazos de quienes no distinguimos su rostro
 aun seguimos llorando.

por acá cerca, 
hay un local de karaoke con solo una canción 

  y estoy acá, en el medio del escenario

 emboscado por sombras que no conocen el silencio,

pensando
 que jamás voy a obtener un recuerdo de esto 

   más que la fragancia de la cólera reprendida que llevamos dentro.

 murmuro ante el micrófono las mismas palabras que muchas personas han dicho antes de mi, y que muchas más repetirán después  que yo

 todo para obtener el mismo aplauso forzado 
   
    y luego caminar hasta mi silla manchada con algo que huele raro, pero me es imposible distinguir el origen 


 y ver a alguien mas hacer lo mismo, abrazando la seguridad de lo perpetuo.
   
    ojalá la eternidad no nos conceda la gracia de ser por siempre.



 que extraño,
     hace más de dos horas que no pasa ningún auto.

martes, 27 de agosto de 2019

la grata tibieza del desastre

a campo abierto
 capón partido al medio 

 vacío el plato, 
  no queda más que sangre en la boca 

de quienes narran las historias antes de la siesta.

el viento marca los bpm en la pata más corta de la mesa
 mientras la puerta se cierra sola antes de que podamos cruzar teniendo ambas manos ocupadas,
   
  otra vez nos hemos quedado con la cerámica bajo las uñas.

rasguñando despavoridos retazos de belleza fugaz,
 desde el suelo distinguimos a las hormigas buscando cadáveres entre los laberintos de la maleza

 desde la tierra vemos las hojas desprenderse, vemos la ceniza dibujando una advertencia en el aire

la radio secuenciando estática que acolchone el pensamiento,
 el cuello, como albergue para quienes le temen a todo

  comprendemos que ya no nos importan las hormigas queriendo masticar nuestros labios.

ahora, la sombra de los árboles han hecho metástasis con el cielo

a campo abierto, 
 distinguimos el horizonte por sistemáticos incendios de hojas secas.

el olor nos dice que es casi medianoche, las estrellas no se animan a contradecirnos.

 el pasto mojado, el humo contaminando la cena que aun nadie ha hecho.

los pies se escuchan a fango,
  los pozos son imperceptibles y el peligro es inminente.

los murciélagos chasquean entre nubes, haciendo nido en las cabezas de aquellos más altos.

adentro, 
 luz fluorescente, un mantel cubierto de migas de panes caseros de antaño

una televisión vendiendo diversión vhs en módicas cuotas,

 el resto de la casa a oscuras,
el resto de la casa a oscuras

el resto de la casa a oscuras.

el alumbrado público aun no se ha prendido.
  los automóviles avanzan con cautela ante lo desconocido.

 nos adentramos donde el color del agua ya no sea el que recordamos.

no brindamos por el lenguaje a venir.

 contamos las baldosas y hacemos recorridos de góndolas entre las separaciones de las mismas.

la canilla está abierta,
 pero nadie quiere lavar los platos.

nadie ha levantado la mesa.

 el viento, otra vez, cierra la puerta

nadie recordó que la llave quedó del otro lado.

viernes, 2 de agosto de 2019

los últimos intentos de un ahogado por alcanzar el sol

jamás proyecté mi vida más allá de este punto.

por culpa de eso
ahora todo se siente un peso muerto.

siento que morir es solo cerrar los ojos, ¿que diferencia existe al dormir?

otro día que no duermo
otro día que duermo más de treinta horas

siempre siento el mismo patrón repitiéndose.

 la pared sigue estando blanca y eso me molesta.

por favor, crucemos en rojo todos juntos
así no vamos a tener miedo.


 la pared sigue estando blanca y eso me molesta.

 mis brazos dibujan una coordenada para encontrar algo que nadie quiere encontrar.

jamás desentierren lo que nunca pudieron aceptar como suyo.

cada vez me duele mas

escribir cada palabra
cada vez duele mas
 forzarme a sentir algo

cada vez la pared está mas blanca

 cada vez me molesta más.

me he hecho cómplice de la reiteración para no revelar mi falta de pensamiento

 soy culpable de ser la persona que soy ahora

y eso es lo más horrible



ya no hay sentido poético en lo que escribo

 ya no le encuentro un sentido a nada

  por favor,
 quienes oigan

 perdónense a ustedes mismos.



        la pared sigue estando blanca.
la pared sigue estando blanca,
la paraed
aosige estandi+ blanca
la porard siegue esterhando blancoa
e
er+e 
 et
 et






no sé si es una carta de despedida,
 últimamente no estoy seguro de nada, de nada, de nada.

no,
otra vez


otra vez lo mismo


otra vez hago lo mismo.



mis manos están rotas y la pared sigue estando blanca.

la humedad se esconde esperando el momento perfecto para atacar.





realmente no sé si hay algo más para decir.




y si lo hay, no estoy seguro de que valga la pena.

jueves, 18 de julio de 2019

el espejo de un hall de un hotel vacío muestra el verdadero reflejo de nosotros mismos cuando ninguno lo está viendo

vacío por última vez en el día el balde que es hogar provisorio una gotera del piso de arriba.

cada golpe es un acontecimiento en si mismo
 mantengo crónicas detalladas de cada uno a pesar de la oposición de la quietud.

arrojo la sed sobre este piso donde me gustaría que algún día creciera un jardín. 

con el balde en el cuello
me agazapo sobre un rincón del baño 

 el agua estancada entre baldosas intenta borrar las manchas de mugre de mis pies,
 yo solo veo como todo se va tornando más oscuro

 y a pesar de que el desagüe es la boca de mis miedos

  y de que sé que por allí no se logra nada, dejo caer todo ahí.

con mis manos libres, llenas de callos, pero libres en fin
abrazo mi rodilla izquierda,
 a la par que la humedad tantea mis huesos huecos de a puñaladas que contraen mi estómago de dolor.

me cubro los oídos porque la tubería está haciendo ruidos otra vez.

quiero que paren
por favor, quiero que paren.

aparto la vista y cierro los ojos tan fuerte que, en un caso ideal, me haría despertar en cualquier otro lado que no sea acá.

pero solo me reviento los nudillos contra la sien, otra vez.

hay filtraciones de sangre que caen al piso de abajo,
otra vez.

 saltan los tomacorrientes en toda la administración, otra vez.

nadie enciende velas ante la imponencia de la noche.

afuera, el mañana que prometí algún día sería mío
 adentro, mis labios muertos bajo mi almohada

la presión ocular en la suba, los temblores de este suelo cada vez más frecuentes.

 siempre susurros, siempre susurros
siempre palabras, siempre palabras 

 algo, alguien que me dice mi nombre, alguien que lo grita a lo lejos
  
sé que no tengo que voltear a ver, sé que no tengo que preguntar, sé que no tengo que voltear a ver, sé que no tengo que preguntar, sé que no tengo que levantar la cabeza de donde estoy caminando, sé que no tengo que tratar de descifrar lo que nadie me está diciendo.

el agua me llega a la garganta en una playa que no conozco.

 el sol duele en la piel, 
        deficiencia autoinfligida

 no quiero abrir las persianas, 
 chocan entre los vidrios palabras que no puedo entender

 palabras que no puedo entender, palabras que no puedo entender, palabras que no puedo entender.

 cada vez entiendo menos palabras, cada vez entiendo menos palabras 
cada vez repito mas y mas las cosas para no olvidarme, cada vez repito mas y mas las cosas para no olvidarme ca
da
vez repito mas
y mas las c
osas  p
ara no ol
vida
rme

me pesan los párpados, me arden las ideas

alguien dice mi nombre, alguien grita mi nombre
  alguien dice mi nombre, alguien grita mi nombre, de nuevo

 alguien me dice que no le crea, alguien me dice que parpadee cada vez mas fuerte porque me están doliendo los ojos.

en sueños,
 abrir el pecho, expulsar desechos acumulados en un rincón sobre la quietud de un mármol de cocina que no limpio hace días

 dejar mi piel tirada en la calle para que alguien pueda abrigarse de la noche,
  
 el frío ya no me quema como antes.
el frío ya no me quema como antes
  el frío ya no me quema como antes.

en sueños,
una muñeca de porcelana con la leyenda "no resucitar" en su pecho

 un pasillo que no acaba, 

 correr con el cielo atravesado, la respiración jadeando

un gusto a sangre y a óxido en la boca
 y los pies cada vez más fríos

y los pies cada vez más fríos.

cada vez más fríos.
cada vez m
ás fríos
cad
a v
ez

ás

 fr
í
os.

lunes, 24 de junio de 2019

el eco que gritó mi futuro desde la habitación que habité por primera vez

en mis paredes ´
la humedad dibujó un mapa que no lleva a ninguna parte

la cartografía de mi sistema circulatorio, o

   como todos los caminos de a poco se van borrando.

no me doy por vencido


miro por abajo de la puerta,

 miro buscando sombras

 tratando de comprender esas voces que escucho, pero que reverberan como si se encontrasen dentro mío.


el piso sucio, mi pecho helado
  me siento intruso aún mi propio hogar.

afuera, un motor que no sabe arrancar por el frío

  mientras aquellos que no tienen rostro merodean en los rincones donde nadie puede encontrarles

regalan una risa por allá, 

   desechan un llanto por acá

 la diferencia es casi imperceptible al tacto.

estar de espaldas,

incendiar  autos como deporte olímpico
    
 hacer una celebración a la que nadie asista.

las enredaderas crecen sobre el día que la ciudad se mantuvo quieta por primera vez.


  puedo escuchar como el asfalto se rompe solo.


*crack*

  *crack*

 mis dedos duelen,

 mientras mi aliento se pierde entre la noche.  

se sobreponen las letras de una frase que no termino de pintar nunca

   y que por lo tanto, nadie termina de entender.

 mis manos están aún débiles para dar indicaciones a quienes se hallan extraviados.


   las calles cambian de nombre por la hora

  los edificios no se mantienen en el mismo lugar

 y todo sigue tan complicado como el primer día.


la humedad agujerea con una precisión milimétrica casi todas mis articulaciones.


 tengo espasmos en sueños,

 a pesar de no estar seguro de estar soñado.

mi cama atesora las cenizas de los inviernos pasados.

  
 últimamente tengo el presentimiento que está por suceder algo afuera, pero nunca pasa nada.

  puedo escuchar como el asfalto se rompe solo.

*crack*

  *crack*
  
   mis brazos duelen,
   mientras mis voces se diluyen en las corrientes de la furia sin poder llegar a decir nada.

miércoles, 19 de junio de 2019

cupón de descuento para borrado de huellas dactilares

antes de dormir,
siempre un pocillo de agua negra.
   
  esperar que den las doce para tachar otro día en el calendario 
  
   negar la hostilidad de ayer,
    recibir la de hoy con brazos abiertos,

y lentamente perder el ímpetu,
  escondiendo las manos bajo las sábanas para que nadie sospeche de nosotros.

 el techo,
 cuentagotas.

la tormenta cuenta cuentos.

  entre relámpagos, 
    los árboles dibujan los perfiles de quienes ya caminaron los pasos que no puedo seguir, 

juegan con los marcos desproporcionados de las ventanas empañadas

hacen ruido metalúrgico.
  
ahuyentan los espíritus.

dejan ver, las formas de las figuras que aun no conocemos.

mientras nuestros sueños son seteados en frecuencias distintas a las de nuestras memorias,

tan familiares se muestran los rostros, las voces
    con esas modulaciones que imponen cariño y respeto

 con esos perfiles cálidos,  
     mi cabeza sobre un hombro.

 y de repente mis manos tan lejos

   y de la nada mi cama helada

    y mi respiración agitada, jadeante, y es de noche y no quiero, 
      y mi rostro transpirado y mi pecho,

ay, mi pecho doliendo.

    la vida que vivo sin vivir la vida que estoy viviendo

y las ventanas que rompen mi último juego de sábanas limpio.

     mil pequeñísimos reflejos que son míos, que son míos, 
 por los que no pedí

 una noche intrusa en mi cama,
    mi piel pálida, húmeda y temblando entre un colchón que me lleva de nuevo a la más primera de mis infancias.

el pocillo lleno de agua negra, de nuevo.

 afuera, la luz mostrándose cuando lo considera pertinente.

  mis manos me abrazan,
  pero las siento tan lejos

 mi cama está helada a pesar de haber pasado una semana en ella sin moverme.


todo el día es de noche 
y no quiero.  

jueves, 30 de mayo de 2019

recorte del diario de sueños de un adicto a las tragamonedas

casi veintiún pasos en la dirección equivocada,
   a medio camino de ninguna parte

sé que todas las cosas van a morir en algún momento.

pero mientras tanto
espero
con 
mi número en mano
 y mi espalda deformándose en un asiento de plástico erosionado,

por recordar 
 la última vez que nos fuimos de casa.

la noche, 
 en la que el río acercaba una embarcación vacía a una playa desierta y 
  las bolsas de consorcio llenas de plegarias 
se hundían en la cuna donde dormí por primera vez. 

ahora 
resumiendo
estoy parado en medio de la nada,
 la comida es buena,
el frío me obliga a usar una bufanda todo el tiempo

y fumar sin tener ganas de hacerlo es mi hobby preferido,
además de ver como mueren las luces

y escuchar
poesías relatadas por inteligencias artificiales.

ver como la dinámica de lo improbable

se vuelve realidad cuando estoy durmiendo en un colchon plastificado:

¿que puedo hacer con los sueños en el pasillo de limpieza?

  no hay disculpas suficientes que puedan ser gritadas por el intercomunicador.

otra vena quemada,
   otro sueño roto

   todo se está dirigiendo al lugar donde sé que va a terminar,

la abstinencia por discontinuación
   parece ser verdad.

dibujar con las hojas secas es solo una pérdida de tiempo por la estación.

mi brazo ya no sirve para señalar el camino correcto

   no me gustan los números pares, así que sé que tengo que hacerlo de nuevo en el futuro.

el espíritu de la hospitalidad,
   la perseverancia en los servicios.

el plato vacío, 
   viendo
como nadie se posa detrás suyo,

     mientras todos sus hermanos llenan un propósito.

la comida está caliente, esperando el invierno.

  las sobras serán luto.