de los azules que desgarré.
para crear un cielo atormentado.
pero mi mano paga las consecuencias de aquel intento por concebir a la belleza.
sumergiéndose entre escalofríos y entre espasmos.
al resguardarse en ella los colores más fríos.
los colores más helados.
casi congelándose.
casi congelándome.
obligandola a conciliar el sueño por tiempo indefinido.
volviéndome un manco temporal.
y convirtiendo a la unión entre mis manos.
en una condensación.
vapor nace de su encuentro.
pero hielo queda de su adiós.
y de aquel aplauso que no sonó.
solo queda el tibio recuerdo del encuentro entre el frío y el calor.
y la mirada que no pudieron darse.
pero que sabemos que existió.
y como la mano que no conocía el hielo, transpiró.
en un desesperado intento por llorar.
pero avaricia resulto tener el frío dentro de su ser.
que intentaba apoderarse de mi.
avanzando a paso lento sobre mi brazo.
llegando a cubrir toda la mitad izquierda de mi cuerpo.
con su helado beso siempre sobre mi.
y entendí, que si seguía permitiendo que su avance fuera constante, me iba a petrificar.
no quería.
no quería quedarme congelado por una eternidad.
o tal vez dos.
y arrastré desesperado, la mitad de mi.
solo para así teñir mi uña.
de los naranjas que arañé.
para crear un crepúsculo en mi mismo.
y la mano que derramo agua salada fue la primera en conocer el calor.
que el mismo fuego había provocado.
el hielo extrañado observó, quedándose mudo.
totalmente sorprendido, y algo extrañado.
no podía sentir la mitad de mi cuerpo.
pero el hecho de que sentía de más la otra, lo compensaba.
las llamas quemaban las puntas de mis nervios.
mientras que el hielo solo las hacía descansar.
tan gradualmente escaló el cálido naranja sobre mi.
que no pude percatarme de su encuentro con el helado azul.
pero sentí su fusión.
y sentí mi inminente transformación de aquel abrazo.
el fuego derritiendo el hielo.
y el agua extinguiendo el fuego
tan rápidamente, que no me percate.
pero cuando reaccioné y quise mirar, estaba ciego.
no había nada.
no había nada de mi.
solo un pequeño charco.
que funcionaba como un recuerdo de lo que había sido.
tal vez en él había un reflejo.
tal vez no había nada.
a fin de cuentas, solo era agua.
pero esas cuantas gotas no serían eternas.
y con eso dicho, el sol apareció.
y con su calor.
poco a poco las fue extinguiendo.
evaporándolas.
evaporándome.
concediéndome la oportunidad de ir al cielo.
pero solo para dejarme caer.
una vez cada mucho tiempo.
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