domingo, 26 de abril de 2015

Lamento

sórdidas manifestaciones de belleza,
son presentadas ostentando un cierto decoro,
por aquel lamento, 
que casi como un cántico,
se desprende de las fosas agrietadas,
que tristemente, la tierra,
pronto tendrá que velar;
y son aquellas,
quienes dentran en los corazones segmentados,
por el dolor;
y mientras que su latir,
pende del pasado; 
el hospedaje que en si mismo, este a ellas les brinda,
solo recae en solo un anhelo;
pero acallado es aquel lamento,
que antes supo cantar;
nace su silencio,
al embellecer de cada latir,
al manifestarse las manifestaciones,
y al ofrendar ellas, un designio,
para ser palpitado, 
por cada corazón;
así,
cada cuerpo moribundo,
se codeará en regocijo,
junto a una cofradía de seres que jamás ha visto,
y que tal vez jamás, de nuevo, verá;
pero al celebrar, entenderá que lo único importante,
será el momento,
será el reír,
será el saltar sincronizadamente,
con los pies de los demás,
será alegría,
y eso solo será;
cada corazón, 
junto a su manifestación,
será la guía del mismísimo cuerpo,
cuyos pies,
recorrerán senderos cubierto de viejos pétalos,
que el viento les regaló;
cada camino tendrá nuevas personas,
nuevos pétalos,
nuevas manifestaciones y corazones;
pero resonará aquel lamento,
que ya casi nadie recuerda,
al crecer este viento,
junto su ráfaga, que arrebatará la belleza del corazón,
para que el naufragio del latir,
dolorosamente, palpite sobre la gran cicatriz,
que dejaron las bellezas de las sórdidas manifestaciones,
que nunca a él, lograron afianzarse;
el anhelo, traicionado,
se resguarda, avergonzado,
en el más recóndito y pútrido lugar de la tierra,
en el cual implora por su muerte,
pero que se le es negada,
puesto que esto mataría, finalmente al corazón;
y con la esperanza, enterrada,
mientras las manos tiemblan,
y los ojos, se esconden entre párpados;
un latir casi ininterrumpido, le hace saber al mismo pensamiento,
que aún no ha fallecido,
que sigue siendo humano;
y lo carcome,
lo carcome la vida, y todo lo que ella acarrea,
sabe que ya nadie le dará el cobijo necesario en invierno,
y que la pluralidad de la alegría,
se ha vuelto la singularidad de la soledad;
sabe que los designios se han esfumado,
y ya no existe un propósito;
ni existen los pétalos,
ni los senderos;
y sabe, que ya casi cesa la existencia del corazón,
puesto que la belleza con el viento, se le ha ido,
y con ella, el sueña con irse; 
pero sabe, desgraciadamente,
que el viento, de sus manos escapó;
y no queda mas que su lamento,
clamando, exigiendo un latir mas bello,
emanado de las mismas agrietadas fosas,
en donde antes vivió,
y la tierra,
pronto habrá de velar;

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