ajenas sensaciones que golpean cada cuenca de tu intimidad;
dejando como marca, solo el vestigio de un eco perpetuo,
que sabrá evocar al silencio,
solo luego de haber resonado por un lapso, casi incalculable de tiempo;
dentro de tu cuerpo,
siempre, dentro de tu cuerpo;
y avergonzado, luego de esto,
creará una desunión púdica entre alma,
y complexión;
del espejo y su reflejo,
solo existirán párpados en penumbra,
debido a reacciones automáticas;
no habrás de tocar tu piel,
ya que ella habrá de evitarlo,
estigmatizándose a si misma;
permitiéndose solo ella, codearse consigo,
¡la tan infame carne!,
que nunca nada malo ha hecho,
y siempre belleza ha sido;
hoy le toca esconderse,
y entre sueños del alma,
romper en llanto,
manchando las sábanas que la resguardan;
para que la luna no la vea,
ni ella, ni los ojos que con ella,
aprendieron a ver;
hoy se oculta,
bajo un velo auto-infligido de denigración,
que ni las manos con que comparte la sangre que corre,
bajo ella, quitarán;
alude al silencio,
adormece la intimidad de este cuerpo,
y calla, las eternas repeticiones de este eco;
resplandece tu piel,
mira tu reflejo, su reflejo;
hazte de un alivio al ella evitar,
llamar de nuevo a la penumbra;
y solo deja,
que en tu intimidad, reverbere el eco de su misma voz;
evita llamar a la vergüenza,
y aliméntate de libertad,
despojándote de ese velo de pudor,
que hoy,
ya no cubre tu cuerpo,
ni desde afuera,
ni desde adentro;
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