ahogo la penumbra tras el lienzo
de mil risas
enmarco mi pesar,
seré punto en el vacío
¿mi rostro?
un recuerdo mutuo;
y tu caos en mi universo,
mil palabras paran el tiempo
que no tengo
y el silencio es el reloj
que tu cuerpo obedece;
y mis palabras
(no más que mi nombre)
atadas a la ambigüedad de la vida,
mutan porque el dolor han conocido
y se disfrazan de las risas
que enmarcan mi pena;
¿y mi rostro?
un recuerdo mutuo
de dos seres
que ni siquiera entre ellos
se han conocido;
soy el hijo de la mirada
y el hijo de la norma
que aprisionó tu cuerpo;
soy el hijo
y la hija del silencio
al igual que vos;
pero seré libertad,
aquella que ni la luz
ni las atenienses
ni las griegas
ni la heteronormativa
han conocido;
seré el fruto de la lucha
de millones de años;
seré los costados del vacío
y los pétalos muertos
de tu jardín;
porque afuera hay un sol que grita
y no es nuestro
que sabrá desatar la furia
con el mismo ímpetu
que hemos sido
(y habremos de ser)
Escrito con Nene Lila
desde el vientre
claro siempre ha sido el camino
y el fin de éste;
[destino de luz]
pero hoy,
con mi mirada cegada por mis párpados,
con mi pulmón
jadeando malos aires,
ya maltrecho
y con mi carne,
incapaz de contener un alma
me he de rehusar a enfrentar otro despertar
y ser subyugado otra vida por un fulgor;
quiero ser mi propio destino,
quiero ser aquel que extinga la reiteración de los ocasos;
siento que he de perpetuar
el desvelo que me ha cautivado
hace ya tanto tiempo;
y tal vez sea miedo,
por lo que el sol va lentamente escapándose de mi reflejo,
aquel que se posó veinte crepúsculos atrás
junto a él;
la luz no se rehúsa a mi,
yo me rehúso a ella,
y en mi mirada,
el ocaso eterno,
denota su huida eterna,
debilitándose entre mis pestañas
que chocan unas con otras
acariciando mi mirada,
pero antes de irse por completo,
brilla como el primer alba que cortejó al horizonte
y luego,
nada;
la oscuridad respira con mi pulmón
y libera mi alma,
la carne ya no importa,
puesto que ya no es nada;
y tras la nada, solo sé;
sé que mi deseo ha destruido la dirección,
[y el destino]
y aún, a pesar de ello,
perdido,
me encuentro más orientado que nunca,
puesto sé que la vida sin luz
no ha de ser certeza,
pero tampoco volátil
y es mía, entonces, la eternidad
para saber y comprender
hacia donde me dirijo,
aún si amanece sobre todas y cada una de las miradas que despiertan
y fieles a la idea de un destino
siguen a la luz;
pero sepan que no hay otro destino tras el brillo de ésta
que la misma muerte
y es por eso mi mirada ya no es esclava de ella,
ni mi vida es esclava de la vida misma;
y es mía, entonces, la eternidad
para saber y comprender
hacia donde me dirijo;
purgando destinos,
hundido en la muerte
arropo polvo sobre memorias
en sueños,
se volverá tiempo;
y llorará mil y una traiciones al color
desangrándose el vestigio,
desangrándose el minuto,
deformándose
el recuerdo;
puesto así,
la realidad no es constancia ni garantía de nada,
solo es;
es el segundo de estas letras, de éstas líneas,
pero que al escribir las siguientes
ya no recordaremos
que fue;
y solo
es;
es la inquietud de mil voces
y aquel aura que como caricia,
aferrase a la pureza,
seduciendo
al desquiciado,
al loco
y al que siempre amanece en pena
y duerme bajo una cripta
bajo la ilusión de su propio vestigio;
y es ese el vestigio
y es esa la ilusión
y solo es,
la ilusión de un recuerdo
un presente
y un futuro incierto
del cual, guardamos, confidentes,
una premonición;
¿dónde han dormido hoy aquellas encantadoras simpatías
que se arrancan el corazón con cada placer forzado
y lloran con los sueños que jamás sueñan?
¿habrán despertado ya de su llanto?
¿me habrán engañado ya, decenas de ellas esta mañana?
no sé;
he capturado vestigios de mi mismo en pieles que no me pertenecían
y dudo,
si incluso mi piel me pertenece,
o si solo estoy subyugado a ella;
soy solamente, el pensamiento maldito que alborota la existencia humana
y soy el telar donde tejo la realidad que ya he perdido,
¿a dónde ha ido a parar ella si no es ahí, no?
donde deja de pretenderse;
y es la misma pretensión la cual corrompe al ánima
encarcelándola y encadenándola a algo desconocido,
fundiendo el gesticulador en una faccion que denota pesar,
el pesar de cientos de pensares distintos,
ya la mente no es una sola,
puesto que ha mutado en un multiverso inestable
que solo formula un anhelo de potestad
pero jamás concluye nada;
y ya la mente no es una sola,
pero el cuerpo si y no resiste;
y no sé
no sé si soy o le pertenezco a la idea,
incluso desconozco si hay idea en si;
sé que hay un sol que parece quemarme,
sé que hay iguales a mí,
sé que hay sentires, pensares y la idea de un ser humano;
pero sé que me he desposeído de toda esencia,
y mi alma solo es forzada a ser,
lo que evita que sea;
la realidad entonces,
no perteneciéndome ni cuerpo, ni pensar, ni sentir,
no es mía;
por ende la realidad es esta,
el desconocido postulado que arraiga pieles que no son de nadie
a pensar ideas que no son suyas
para sentir con un sentimiento que no siente;
es la idea que impulsa a la mirada
en el momento donde es cautivada por el techo que es ahí, el vacío eterno
donde yacen estáticos miles de latidos de corazones que han desangrado su vida
a preguntarse por el mañana,
y a crear la idea de felicidad por aquel,
un mañana
donde nacerá un sol que parecerá quemarnos
y donde veremos iguales a uno mismo, entre nosotros
y donde sentiremos, pensaremos, y seremos seres humanos;
sintiendo los sentires que a nadie pertenecen,
pensando los pensares que a nadie nada le harán cuestionar
y encarnando el idealismo de una humanidad inexistente,
que como simbolismo de pluralidad en una, tan así llamada sociedad,
pretende preocuparnos por el otro y por nosotros mismo;
¿pero por quién habremos de preocuparnos
cuando las encantadoras simpatías que evitan una forma de caos mortuorio
duermen en lugares desconocidos
y no le permitimos llorar sus sueños?
¿por quién habremos de preocuparnos si no vemos como igual al otro,
si ni siquiera vemos nada?
¿por quién habremos de preocuparnos si evitamos idealizar
que la sangre que corre por todos los tobillos del mundo
y los latidos de corazones que hicieron que desconozcamos al silencio
son tanto míos, como tuyos?
¿por quién habremos de preocuparnos entonces?
¿por qué habremos de preocuparnos porque el otro no puede ser,
si nosotros no somos siquiera?
las huestes de un sentimiento
ciegan a la calma, adormeciéndola
en un sueño donde la continuidad del silencio
es lo único que se oye;
y desposeído de tranquilidad,
el ser solo es ímpetu,
un impulso ciego;
y siente
siente hasta sentir que muere
y luego sigue sintiendo;
el amor es la furia más poderosa que existe
tanto así, que sabe desatar el caos,
al cual siempre emprendemos, en un momento u otro
el eterno regreso al que estamos destinados;
y es desorden
y es desequilibrio
y es;
simplemente es impulso puro, el ser en caos;
la mirada permanece embriagada en una ilusión de belleza eterna
mientras que la calma yace adormecida
y despierta
al estallar los vidrios que separan la vida del vacío
por el atrevimiento desesperado del cuerpo
que tras un lamento y posterior realización
rompe con el silencio de la forma del cristal
y enternece al concreto haciendo diluviar su sangre sobre él;
porque así ha de perecer el amor
siendo aquello que desata casi todo otro sentir;
pasando solo a ser recuerdo
y sangre sobre concreto
que nunca se seca,
y que trata de seguir, formando un río de flujo lento
los pasos de aquel que se aleja
cual calma
esperando ser adormecida
para no ver,
ni oír,
ni sentir nada;
aquel que se aleja
fundiéndose con el horizonte
dejando al río a medio ser
y al silencio perpetuo en un escombro
donde antes hubo caos
al que se retornará
cuando duerma la razón;
soy la voz
de una conciencia muda;
la luz,
que guía a las olas
y deja naufragar los barcos;
las rocas que rompen el casco
y hacen desangrar la barca
de gente;
el agua,
que devora aquello que perturba su calma
y la calma de un último respiro,
antes de inundarse decenas de pulmones;
un pecho,
al cual le pesa la presión
y quiere conocer el fondo de uno de los siete mares
metro
a metro;
soy el eco de un mundo perdido
que seduce almas para que en él se pierdan
y no ser la única voz en si;
soy los ojos que ven al sol salir en el agua,
aun siendo de noche;
soy la autorealización del delirio de un hombre
soy el útero que lo gestó
y soy la tumba que lo resguardará;
soy el destino de una conciencia
y soy su voz muda;
soy la luz que deja que las olas se pierdan
pero guía las embarcaciones a la playa;
soy la idea de una hipotética muerta
y soy exageración;
soy el barco que llega a destino
y soy el ancla que por fin conoce el fondo de uno de los siete mares
kilómetro
a kilómetro;
soy el primero en bajar del barco,
soy el muelle que camino
y sigo siendo la luz que me guía,
entrecegándome por accidente;
soy la voz de una conciencia muda
y soy la salvación a mi propia muerte
me maté mil veces hoy
errante,
la sangre no supo encontrar el piso
y se secó sobre la herida de mi piel,
que dormida,
aún no despierta
ni sabe que estoy muerto;
visto las mejores rosas sobre mi recuerdo
y las riego, de vez en cuando;
tal vez una tormenta
me regale uno de sus pétalos
y quizás una de sus raíces me acaricie
la sangre,
que espejo se ha vuelto
llevándose consigo
el calor del movimiento,
y el color
de mi piel que sueña
y no despierta;
de mi piel que ensoñada
cree estar despierta
y no sabe que conmigo ha muerto;
las lágrimas ajenas
arremetiendo contra el recuerdo de otros (que no son yo)
hacen caer la tierra que ciega mi mirada
y hacen que mis manos la cubran
solo para ver más oscuridad;
cien arañitas me recorren de pies a cabeza,
soy y seré la comida de sus hijos;
pero el otro siempre es mejor,
soy y seré las sobras que nadie comenzó a comer
ni siquiera el tiempo;
nada erosiona ni erosionará mi cuerpo
nadie llora ni ha llorado por mi
nadie me mató, ni me hubiese matado
será tal vez por eso
que lo hice yo
me maté mil veces hoy
y la sangre no cayó
tal vez mañana moriré mil veces
y tal vez así, mi piel despierte
y mi sangre caiga
(y corra el tiempo)