I
alzo bocanadas de aire muerto
me ensordece la brutalidad
de mis labios rotos
y la garganta incendiándose
se pregunta por qué nunca ha dicho nada
II
por las miradas hurgando bajo mi piel
mis arterias desnudas,
se avergüenzan
y mi sangre fluyendo lentamente
por ellas
casi no me llega al corazón
III
se fuga
y no vuelve
IV
árbol caído sobre pecho
aire a medio respirar
descomposición de mi palabra
sobre la tuya
y tan solo mirada
mirada abrumada
por ceguera
y cuerpos desconocidos
con tan solo
un silencio
para dos
V
la tempestad se mece
en mis vientos
ansiando fugarse
a una vida,
tradición de lo inusual
el imprevisto seca mi sol
y sin nada me deja
salvo mi tacto con el que veo,
pues mi mirada ya te pertenece
taciturno el cielo
luego explota
VI
resquebrajan raíces
cofrades de la pena
que nos reina,
mientras acobijan
tu eternidad
todas las flores secas del mundo
VII
si tu ser no se arriesga,
¿por qué habría de creerte?
VIII
mi péndulo orbita
sobre nuestros tiempos distintos,
entre pasajes
danzan sonrisas rotas
mientras
amalgaman su sentir
hasta que ría su pena
y no les cante
así dejan de danzar
al son
de su tristeza
IX
resentimiento
del sentimiento
que se ha ido
y no ha vuelto
X
damas azuladas
dejan su espuma en mis tobillos
y petrifican la sal
de este mar muerto,
ahogame en mi credulidad
y hazte el instante
que necesito
y hazte las rosas
que con sus espinas
dejarán correr mi sangre caliente
de mi cuerpo frío
XI
y fugate
y no vuelvas
se han desordenado los espíritus,
la confusión de los cuerpos
petrifica al gesto,
y ante todo soy alma,
pero es la (mi) encarnación,
el impedimento
que no (me) deja ser;
y ante todo soy alma,
soy quien ha visto al tiempo agonizar
sobre pútridas agujas de reloj,
diseminando su eternidad en un segundo;
vaticinando la perpetuidad
de aquel silencio,
que se me ha arrebatado de los labios,
solo para poder gritarme a mi mismo
que me calle;
y ante todo soy alma,
alma en desorden,
alma en violencia,
alma condenada y decadente,
alma por el amor y el odio a la condición humana,
alma encarnada a un cuerpo quieto,
que nada significa,
y ante todo soy alma,
un alma libre
que jamás tanteó la libertad,
y soy (sin querer serlo)
un cuerpo,
que le arrebata la vida,
sentir a sentir,
al alma
que soy realmente;
y ante todo soy alma,
alma que en su desorden,
ruega por perder al cuerpo al que está atada
para poder sentir
el huracán de cien tormentos
ha retraído mi valentía;
jamás viviré del otro lado del sol
traicioné mi libertad
y a mi mismo me he confinado,
ahora,
ahondando el pozo
donde hundiré mi cuerpo,
solo para no verme,
ahogo mi garganta en la tierra,
donde la sangre
se ha secado,
volviéndose barro,
y volviéndose la vida
que me falta;
mi respiración,
volveré una con el alba,
para que sea amanecer;
faltándome el aire
que la mañana, al caer
le devolverá a mi pulmón
y en vida,
me hará tragar la tierra
que olvidé en mi garganta,
que cortará la carne de la misma,
desangrando la voz
que tanto le hace falta al viento
y jamás podré darle;
ahogándome,
el pozo de mi cuerpo es el mar
donde reina la sangre antes mía,
donde mi voz canta, a pesar de haberse ido,
y donde llueve hacia arriba
tornándose el cielo, rojo.
para lloverme
sobre el huracán que ha asesinado al viento;
que la sangre
fluya sobre el lamento,
que lo salvaje me arranque el alma
de mi pecho frío,
y ya no quede nada,
salvo el sol,
saliendo sobre donde mi voz no canta
para así, yo poder verlo
donde sea de noche,
observando con mi valentía junto a mi,
el horizonte,
pero del otro lado
la lluvia,
el ruido blanco
de la televisión apagada;
las moscas que han perdido el rumbo
viven orbitando
la copa de vino del día anterior
y buscan, con vuelo desorientado,
un par de labios indiferentes para besar antes que la noche caiga
sobre ellas
y así evitar morir en soledad;
¿cuantas almas se funden cada noche,
en un abrazo con un edificio en llamas?
¿cuantos anhelan el calor,
y se mienten a si mismos
una y otra vez?
y entonces,
luego de tantos adioses,
ya nadie reconoce la verdadera despedida
y ambas almas, duermen bajo la tormenta
que el corazón habrá de costarles;
la traición ya anticipada,
queda subyugada por la idea de un mañana mejor,
tal como aquellas desesperadas moscas;
y temo porque sea cierto
y tengan en cuenta ustedes la advertencia, de serlo,
porque si somos parecidos, aún en lo más mínimo
a aquellas pobres moscas
y orbitamos todas las copas de vino del mundo
y luego buscamos el romance más puro y efímero
solo por el temor de no morir solos
sepan,
que si no hay mañana para las moscas,
definitivamente,
tampoco lo habrá para nosotros
y seremos muerte
siendo total y completamente solos
rechinan los dientes
dentro de un cuerpo rígido,
se nutre la penumbra
de los latidos, que al corazón le roba
en el silencio del intervalo de los mismos;
ni un pellizco de un tórrido sol
avivará la voz,
que acallada bajo la estela
de un temor [aún arraigado a su piel]
de su garganta ha huido
palabra a palabra,
desvaneciéndose
como grito,
cual adiós;
la piel enhebra impedimentos
para no dejar solos a los huesos rotos,
que ha de recubrir
con su tersura,
mientras la espina, prometiéndole un pétalo,
invita a la sangre a caer
como relámpagos crujiendo
el cielo negro, mientras aguardan por la lluvia,
[llanto truculento]
que cae desde el iris más claro
repiqueteando sobre la piel,
por la cual la sangre escapa
con un pedazo de ilusión
y cien promesas vacías;
desblandándose por la sed, el cuerpo,
va cayéndose a pedazos,
por la espina que jamás trajo su flor;
a la muerte, su engaño
la rosa,
devora al corazón
y la penumbra abrazará al jardín
que arropará los restos del ingenuo
[aquella piel, aquella voz, aquella sangre]
entre raíces y olvidos,
bajo tierra reseca,
que cuna del musgo, será el vestigio
de pasos ilusos,
y agónicas lágrimas
que al pasto besaron por última vez;
haciendo de la sal,
brotar, en el campo donde reinan las sombras que decorarán mi muerte
una rosa,
hambrienta de vida
que cautivará mi sangre
y detendrá mi corazón
Escrito con Felix
ardor de un despojo,
mi voz hecha añicos
y el foco intermitente
que me hace desaparecer
de a ratos;
ardor de la inacabable realidad,
tal vez el vestigio de lo que vendrá
sea atesorado en un olvido
y no persista;
el umbral de mi puerta ha huido
y no he tenido oportunidad
de cruzarlo por última vez,
pero aún así,
diez ratas roen las bisagras inexistentes
del vacío que quedó,
pobres y hambrientos
sus cuerpos sin calor,
sobre ellos cayó la noche
y jamás amaneció de nuevo;
[desconozco si el mundo ha acabado ya,
mi ventana muestra solo lo que hay adentro
y afuera no sé que pasa]
ardor de un espejo,
cristales hechos trizas,
me veo rodeado de mi mismo,
pero no persisto,
caigo al suelo
y ya no existo;
mi cama se ha alejado de la posibilidad de un sueño
la imaginación, rota,
gotea felicidad hecha tristeza
y sacian su sed, las ratas
que han irrumpido en mi silencio
para roer mi carne,
a pesar de que me haya ido
ya hace tiempo;
lamento no haber tenido
la oportunidad de respirarme por última vez,
y lamento que ni un sorbo del presagio más cercano
tocó mis labios;
a medio aire
huí sin querer hacerlo
y aún muerto
tengo el pecho a punto de estallar;
tal vez las ratas
al capturar mi corazón,
revienten mi piel avejentada
con su hambre
y hagan nacer un viento
que traiga alguna flor para mi
y haga que la única luz de mi habitación
desaparezca,
así puedo dejar de aparecer
y seguir apareciendo,
así puedo verme
completamente fuera de este mundo
[aun estando en el]
sueño fuera de mis sueños
(fuera de mi cama),
sobre la madera podrida,
donde los tendones de mis pies
abocan a la más inútil cautela;
crujen mis pasos sobre árboles muertos
que lloran sus raíces,
atrapando mi silencio
para perpetuarlo en la constancia
de un eco de tristeza;
que resonando por cada rincón
de mi casa,
desprenderá, como hielo,
dagas de concreto que caerán por una eternidad (y un poco más)
y terminarán por clavarse en mi garganta,
cortándome el aire;
y no será el filo del cuchillo,
sino el de la pena,
[a la cual tanto me aferro]
el que detendrá mi pecho a medio respirar
y me cortará el aire;
los árboles han desprendido sus raíces al vacío
y yo he echado raíces
en su vacío podrido;
con mi cuerpo, inmóvil en la madera silenciosa
en la cual aún sueño
mirando al techo,
esperando conmoverlo
para que desprenda aquellas dagas de concreto,
que como escombros, caerán,
cortando mi garganta;
para que mi voz se pierda,
entre la sangre de la misma,
desparramada sobre esta madera muerta,
mientras el techo,
que en cielo se habrá de convertir
deja nacer y entrar a la luz,
que dejará ver como todos los escombros me arropan,
mientras permanezco aún, sobre aquella madera muerta
en la que soñaré
con la muerte
y la destrucción que me habrán de sobrevenir,
dentro de una tristeza y un poco más
tal vez,
me hierven los momentos
que nunca han sido,
porque serán aquellos
quienes harán nacer
a la duda que tendré
tras un despertar,
al pasar la mañana;
esclava es mi respiración
de la corriente que guía al barro;
pues así,
ahogándose mi sangre
en la tierra eterna,
teme enfrentarse al pensamiento
y pues así,
mi corazón teme sentir
por aquellos nombres
que jamás han sido nombrados
ni han existido,
por eso debo temer
sentir por mi
y temo,
temo jamás haber sido
y que mi respiración
responda a otro pecho
y que el barro que soy,
jamás haya sido parte de mi cuerpo;
temo dudar
por los momentos que no han sido,
e hiervo por tal duda;
hervirá mi tan llamada alma
mi tan llamada piel
y aquello que parece ser mi cuerpo
y seré un vapor
que quemará tanto como el fuego
incendiando la curiosidad
de una piel que trata de seducir al aire
con delicadeza;
seré un vapor
que más temprano
que tarde
será asesinado por el viento
y no será más nada
(porque tal vez, jamás lo fue
porque tal vez, jamás lo fui)