lunes, 16 de mayo de 2016

Diecisiete Veces, Casi Dieciocho

[pulso íntimo: las venas coinciden con el latir del segundo]

desperté de muchos sueños cayéndome de mi sien
hasta verme fuera de mi mismo

y ser un huido no intencionado;

aquel que inunda su canción de lástima

¡ese quien es esa libertad fortuita
y la pena indómita que realza control en algo que fue!

la constancia del espacio es tedio,
estático el cuerpo y su articulación muda,

pide su voz que la dejen retozar en un vacío, ¡ay, el pensamiento! 

¡deseo altura incierta, inmensidad para desvane(ser)!

no pertenezco, ni me pertenece está tierra insípida,
ni los funestos espíritus de lúgubre porte que rondan en ella;

si ya ni siquiera me pertenezco a mi mismo,

si ya no me veo llorar en un espejo, 
si ya se ha perdido mi mirada,

[si ya inundé mi canción de lástima
y no me queda nada]

el vacío propagándose como incendio
(árbol seco)

¡arde la sed en mis hogueras!

pero no me quemo, ni me caigo,
permanezco

¿que haré entonces de mi recuerdo?
si aún anhelo todas mis memorias y la voz no emerge,

la garganta encenizada, efímera recámara de aire helado
y tubería maloliente, adornada con una sección de cuerdas débiles,

(ya ni siquiera puedo orquestar mi diálogo)

las espinas de mil rosas, pulverizan con delicadeza
la aspereza de mi piel olvidada,

(no hay tacto que seduzca a la mirada eternamente cabizbaja)

¿que hace mi mirada yéndose? ¿y mi nombre encriptado en enigma?
¡sigo queriendo ser!

[las venas dan las doce en punto]

sé que ya no volveré a soñar cuando despierte,
sé que mi garganta dolerá al esbozar el alba,

sé que no volveré a ver mi mirada espejada,

sé que no seré la piel que dejé abandonada,
ni que tampoco fui la libertad soñada

y si es que en verdad fui o solo me soñé,

por eso sé que ya no volveré a soñar cuando despierte,

y sé ahora,
que no todo puede retornar siempre

[mi intimidad es la eternidad que jamás podré tocar de nuevo]

(los segundos ya no laten)

se azulan las venas.

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