tomé prestado
el destello del sol
para cauterizar la herida
de la sentencia
antes que la espada
imparta su juicio.
la densidad de las máscaras
el relieve combate braceadas,
los mecanismos de la memoria
empujan la costa cada vez más lejos.
hondo en la pila de perfiles,
las voces del futuro se pliegan
en pequeños animales enfermos
pastando en donde todavía
crece la piedad.
ante todo, menos que nada.
espinas sin filo
apenas si raspan la ración del mediodía,
entre el esfuerzo, la voz morada intenta imaginar
lo que significaría
tener el valor de empujar la aguja
a fuerza de inquietud
para ver que hay más allá
de las costras de la ceguera.
sueño con lugares
donde no he de volver,
devorando el equilibrio
de las estructuras; el confort
del colapso endulza
las mejillas, mientras las manos
depositan un arreglo floral
en la cabeza de cada
cadáver descompuesto
al costado de la ruta.
suspirar antes de la súplica,
la renuncia a posteriori,
foco de emoción tribal,
una liebre asustada refuerza su madriguera desde adentro,
el río muda su caudal veinte centímetros a la izquierda
una familia que lo pierde todo, subastando sus voces.
espectrometría,
la fórmula habitual de contemplar la pieza a oscuras
son esas hormigas invisibles que marchan sobre tu mandíbula
y te hacen doblar el cuello
para prestarle atención a las pausas.
los sistemas cerrados tienden a desintegrarse en perfecto equilibrio,
la muerte del mundo a temperatura ambiente es una sala de espera
donde los demás esperan para reconocer lo que queda de vos.
los visitantes espolvorean círculos de azufre
para cuidarse de los otros; las rejas son anzuelos para los guardianes diezmados,
la luminaria pública esteriliza las grietas desde donde los pacientes diminutos
salen para acoplarse a la vida de nuevo.
en alguna parte mía
existe la fantasía de arrancarme parte por parte hasta ya no ser predecible en ningún aspecto,
el ruido de los sorbos de la sangre, compartida con cientos de iteraciones mías,
la replicación de un diálogo eterno que descansa sobre bases inamovibles,
pero que no se acerca ni un metro al cielo.
estoy seguro que si pudiera correr o liquidificar mi voz o hacer crecer mis huesos y donar los excedentes
o si pudiera darme vuelta los dientes, hacer un encordado de mis nervios y escribir una canción
o si pudiera montar guardia en la escasa espesura de mis ideas y ahuyentar a los cuatreros que me roban los momentos inmediatos,
o si pudiera dejar de olvidarme tanto o si pudiera encerrarme dentro de mis costillas cuando el miedo me apabulle o tener la suerte de saberme lo suficientemente liviano para dejarme caer y no seguir cayendo,
el día no terminaría tan temprano.
pero sé
que solo hay que
retener en el corazón
la seguridad de que todavía amamos este mundo.
la ternura se irá perfeccionando a medida que nos acostumbremos a conmovernos de nuevo.