martes, 31 de marzo de 2015

Ser

La vida se regala a si misma al corazón que se detiene para oír su propio latir,
deleitándose ella, por segundos, con la constante e incipiente pulsación, de un corazón, de una nueva luz; Su carne, nueva, al igual que su piel;
Resguardarán su alma, desde el instante de su concepción.

Éste ser vivirá, envuelto en una sábana de manos que dejarán caer su calor en su pecho, y riendo, intentará acercarse a la lejanía de esos dedos que tan gustoso dejan su sentir.
A medida que tiempo huye de sus brazos; Crecerá, y sentirá como aquella manta que tan cálidamente lo envolvía, inicia, al igual que el tiempo, su escape; A la par de como cae su primer invierno; Bañando así, en incertidumbre su mente, en la que sembrará preguntas que rodarán los recovecos de su sapiencia, añorando respuestas.
Por primera vez, la comisura de sus ojos, dejarán escapar una lágrima enlazada con su sentir, y sus labios, dejarán escapar un susurro, que impulsará al viento para disipar su lágrima y fingir; Serenidad.

Con la huida del tiempo, también tendrá lugar la huida de la vida en sí; Perdiendo así el calor de sus seres más queridos; Y entre tanto frío, comprenderá que la vida es un instante de luz en oscuridad, donde las criaturas irradian misteriosa energía, que tratan de darle un sentido a la misma; Confusión, de ella un sorbo más, tal vez no encuentre calma ni siquiera en los perpetuos diálogos de sus tertulias; Su sentir conocerá la soledad.

Esperanza; De sus manos, en forma alada, posada se encontrará una semilla, que plantará en tierra, luego de escarbar por un fango de una lluvia que hizo nacer una flor. Contará los segundos, los minutos, para verla nacer, pero no verá; Frustración, conocerá, empapando ella de apatía su ser.
Su corazón, sin contingencia alguna, comenzará a sentir como si estuviese apagándose; Descoordinado del tiempo.

Pero sus latidos, se sincronizarán con los segundos marcados por un reloj con los engranajes funcionantes, y su pecho volverá a sentir un calor abrigador, y se abrirá, para dejar su alma colisionar con otra, para ser una, por momentos.
Su tacto, apreciará la contextura de otra piel lentamente, y sus latidos, paradójicamente, irán lo más rápido posible.
Se engendrará otro ser, la vida se regalará otra vez.

Desde su hogar verá el pequeño espacio de tierra, donde su planta no creció; Pero un jolgorio interrumpirá su frustración, acompañado de un beso y un abrazo, que lo dejarán feliz por el resto de su día.
Se olvidará de aquel espacio todos los días, hasta ya no recordarlo.

La tersura de su rostro; De su piel, empezará a soltarse, dejando denotar, la erosión que causa el tiempo en su huida, cual hacha descendiendo lentamente, cortando su mejilla, sus brazos, sus piernas; Y su pecho.
Avejentada su piel; No así su mente, que se recreará, leyendo a grandes escritores, viendo la vida vivirse a si misma en el cuerpo de alguien más.
Observando detrás de un cristal, las estaciones repetirse, cada vez más rápido; Entenderá así, que la huida del tiempo es veloz, y su velocidad se incrementa con el correr de los años.

Verá la cara a la muerte algunas veces, antes de saber que la conocerá por fin; Sus manos se aferrarán a otras manos igual de débiles, hasta el punto en que su pecho termine de ceder, y deje a su esencia partir, concibiendo lágrimas en una cofradía muy personal, que su alma verá por última vez, en el momento exacto antes de estar totalmente desprendida del cuerpo que la resguardó; Luego nunca verá hacia abajo de nuevo, prometiendo eterno silencio.

La vida verá aquella alma que alguna vez la deleito con su latir, partiendo de su piel y carne, que la protegieron bien desde el momento de su concepción; Y la vida, guardada en un rincón de su eternidad, llorará una lágrima por una comisura celestial, dando lugar a una lluvia, que se dejará caer en el mismo lugar donde su semilla fue posada bajo tierra; Brotando, dando vida.

Y seguirá vivo, aún ya muerto, junto a las flores de todo aquel jardín, al que muchos llaman cielo.

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