martes, 11 de septiembre de 2018

el día de la fecha ha sido suspendido por causas de fuerza mayor

hoy desperté 
decidido a abandonar todo lo que suponga un riesgo,
a dejar morir mis palabras disueltas en anti ácidos que los estómagos más débiles rechazan.

a concebir el diálogo como un ejercicio de exclusión de letras,

a hundirme en la constancia del anhelo por esperar respuesta de una pared de ladrillos ahuecados a la que le grito por horas

durante días,

la determinación se hace a partir de la constancia
a pesar de que el deseo jamás está seguro de que quiere. 

hoy desperté
decidido a quebrar con mis nudillos una vitrina que exhibe un gabinete que encierra las almas más hermosas de esta parte del barrio,
pero no para dejarlas en libertad, sino para rematarlas al mejor postor,

la belleza no tiene nada más que hacer aquí.

a causa de los sucesos que han acontecido a mi cotidianidad estas últimas 72 horas
es, creo, mi deber anunciar que el amanecer ha sido clausurado por falta de público,

que los picos de los gallos serán fundidos en las próximas horas, convirtiéndose en instrumentos para los arrieros famélicos

sea sopa, sea hoz, no me interesa.

hoy pregono que las manos no saben que buscar entre la tierra, 
       y que el suelo no provee más que falsas esperanzas.

y mi  piel, 
que ya no se eriza ante la noche,

ha perdido la facultad de distinguirse de las sombras.

hoy, entonces, desperté con la piel siguiéndome,
bajando por el ascensor conmigo,
cruzando la calle de manera errónea

evitando el contacto visual con las mismas personas que tengo documentadas en los pasajes de mi memoria y que se que me miran esperando respuesta,

hoy llevé mi piel a cuestas,
pero no le di importancia,

solo seguí como me mentalicé durante la hora y media que estuve sentado en mi cama semi-desnudo después de haberme despertado
usando toda mi concentración en visualizar una de mis zapatillas, esa, la izquierda, la que está rota y andrajosa y no quiere seguir caminando, 
pero que yo obligo de todas formas.

hoy caminé por islotes de pequeñas baldosas desencajadas de lugar, raíces que quieren levantar el concreto al cielo, o que solo quieren doblar tobillos de la gente que tiene las esperanzas muy altas,

hoy salté y salté por charcos para no mojarme, cosa extraña porque no ha llovido hoy,
quizás se trataba de agua estancada, entregándose al calor del sol para evaporarse y llover con mas violencia sobre un lugar en el que pueda fluir y ser caudal.

hoy conocí dos calles que nunca antes había visto,
pero el rollo con el que documento se veló camino a casa y solo tengo un gris metálico en la cabeza de aquellas direcciones
quizás eran así, 
pero dudo que la curiosidad me lleve de nuevo hacia allá, 

los nómadas siempre perecen ante lo desconocido.

hoy vi tres personas en la fila para hacer un trámite dentro de un edificio de la municipalidad desayunando clavos, y luego vomitando en urinales la piedad que se les negó todo este tiempo.

caminaba por abajo de mi edificio, ya volviendo de solo recorrer distintos estadios de una misma ciudad como si fueran escenarios de una historia elipsada,
caminé y me paré por haber pisado una rama rota,
rama que al ver hacia arriba, descubrí que era el pilar de un nido
nido que era un hogar quebrado
que los trámites de divorcio se aletargaban por el avasalle de las discusiones
que los picos clavados en los pechitos colorados de los otros

que dos pajaritos con las bocas hambrientas rogaban la comida regurgitada que sus padres le prometieron horas atrás
y que bueno, que esto, que lo otro, que va y viene.

decidí conservar la rama,
por la noche observé la caída del nido
el vuelo de los pájaros nocturnos sin saber como localizar su norte
las risas burlonas de los murciélagos postrados boca abajo, escondidos sobre el tapa rollo de mi persiana podrida

y sobre mi mano una rama que para mi no significaba nada, una metáfora quizás, pero por la que a esta altura ya no tendría sentido estancarse

ato en mis muñecas las costuras de mis sábanas para alivianarlas de tensión,
para perder noción del tacto y que todo duela un poco menos 

para delimitar bien el paso de mis venas y cartografiar mi antebrazo para futuras rutas y vías de escape 

y sobre un pilar de pequeñas maderas que sostiene a duras penas mi techo

con mis manos blanquísimas
coloco la rama, para ver si de todo esto que es malo, puedo dar realmente algo bueno
                                                             (contra todo pronóstico)

la permanencia de mi hogar, a cuesta de la pérdida de cientos de otros.

ahora pondría una analogía que funcionaría perfecta como un cierre de todo esto, pero no la recuerdo
y no sé
si necesariamente tenga que existir una clausura

[la dualidad - 
despertarse/dormirse
día/noche 
significa algo?]

ahora mismo está sonando una alarma, pero mis memorias de las últimas 5 horas me advierten que no me acabo de despertar,
el día está soleado,
la gente camina por la calle ignorando que llevan su piel amordazándolos con cuchillos en la aorta por detrás,
 los gallos no cantan, pero los arrieros decapitan a su primogénito con  el filo de la mañana 
    es el equivalente a un suicidio de un octavo piso antes de las 8 AM (ja, irónico)

yo no visualizo moviéndome de esta silla, al menos por unas horas, no veo más que mis dedos dialogando los impulsos eléctricos que llegan desde mis sinapsis (perdón ¿es plural asi? no entiendo)

y antes de cerrar, aunque, de nuevo, no sé si necesariamente tenga prevista una clausura formal de esto,
atisbo una joven pareja armando un nido sobre la rama más frágil del árbol frente a mi ventana,

jamás especulen con los pronósticos, sepan ser dignos contrincantes de las circunstancias.

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