martes, 18 de septiembre de 2018

selección de varios de los nombres que alguna vez porté y olvidé en un depósito cuyo alquiler jamás pagué

I

este comentario es prueba viviente de que alguna vez supe estar acá.

II

no doy mi voz,
no medio entre el silencio y la ausencia.

no sé verme a través de ojos que ya me han visto demasiado tiempo.

III

no soy mi voz,
sino el miedo depositado entre el silencio y la ausencia

el mismo cuadro colgado
 en el mismo baño
  roto por las mismas manos 
   visto por la misma cobardía que guarda mi mirada

    manchado de la sangre de la impotencia

aturdido por el mismo grito del ardor.

IV

llueve 
(después de tanto)
el agua se hace lugar entre las fisuras de mi ventana
                                     (esas que jamás tapé)

la corriente me besa las rodillas 
        (una de ellas no responde)

el viento quiere habitar mi espalda
                       (no sé como decirle que no quiero)

no sé como decirle que jamás aprendí a decir que no, pero que en serio no quiero.

las ventanas aplauden, insistentes
tratando de apelar a mi necesidad de valoración ajena para corromperme

pero no puedo ceder por un aplauso,
     no por el vitoreo del público (inducido)

 sino por la falsedad de mi victoria,

¿qué aplauden? ¿a quién quiere seducir la tormenta?

yo sé que a mi no,
no soy nadie para que por mi, el cielo explote de luz

la corriente avanza por mi cadera, besando apenas los labios de un toma-corriente intruso.

-salto de térmica-
   afuera hay autos que son remolcados por una intersección de lagos.      

mis manos me han sido borradas
       (esto si que lo merezco)

V

soy el ataque de tos en el medio de la noche,
la garganta irritada
y el agua a temperatura ambiente que escupo sobre la pared

dejando una silueta que, entre tanta oscuridad, se asemeja a mi

y me veo
    enfermo,
       tosiendo

confeccionando un crucifijo de colillas de cigarrillos que fumé hasta la mitad,
           erigiendo una estatua de flema reseca
              entre rojiza de sangre y negruzca de muerte

no para recordarme, sino para derribar(me).

soy los hongos creciendo en las juntas de los azulejos de una bañera que jamás fue limpiada, 
       soy el papel higiénico usado que tapa el inodoro, 
            el agua que rebalsa

          y las manos sucias, sucias, sucias 
             que secan las lágrimas de una tristeza aún repugnante.

VI

creí saber caminar por donde nada parecía tener nervios
      donde parecían no haber sombras,
     donde suponía, no celebrábanse duelos.

creí no conocer nunca
     el terror de tener paralizada la mandíbula 
         entre el cordón de una vereda
 para evitar derramar más lágrimas

 que despertasen lo más horrible de lo que llevo dentro.

creí no cargar nunca
     con el peso de todo lo que le delegué a la memoria

    jamás encontrarme con todo lo que enterré

esperando que un alud se lo llevase lejos.

creí depositar la fe 
     en una solución

y no en la postergación de lo que, creí, inevitable.

VII

homicidio involuntario: abrir con violencia la puerta de una heladera con las bisagras oxidadas de décadas. dejar caer el último vino (ajeno, además) (añejo, por demás).

ejecución verbal como castigo público. 

la pena será implementada al dar el vidrio contra la cerámica.

VIII

tentativa de hurto imaginario: leer palabras en un libro que me hagan pensar que con otro orden, serían un gran poema; darme cuenta que ese poema ya está escrito y mucho mejor de lo que me había imaginado.

IX

desistimiento voluntario de afrontar aquello que es cierto.

eso que boga
  que un día, todo, absolutamente todo va a pesar

y que ese día es hoy,

y que es impostergable.

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