hoy
creí oír a alguien pronunciar mi nombre,
pero no vi más que un incendio borrando los lugares a los que jamás me atreví a ir.
el aire que hoy corta mi frente,
sé que mañana habrá de cerrarme la garganta
y mis rodillas
apoyadas sobre los dibujos que hice de pequeño,
cuya frustración hoy utilizo como refugio para no cortarme de nuevo con los cuchillos que jamás levanté de mi cocina
no me sostendrán por siempre.
no hay fuerzas.
mis manos tratan de escribirme entre el fuego,
las ampollas que explotan de tristeza, las lágrimas que no hacen más que avivar el fuego.
los cimientos destruidos que uso para arroparme de noche.
la idea de tenerme cerca jamás me había parecido tan lejana hasta hoy.
II
una prensa hidráulica se hunde sobre mi pecho
mis pulmones tosen su muerte,
nadie responde a mi llamado.
escupo sobre la alfombra
porque sé que no voy a pisarla hasta que las cenizas sean indistinguibles,
cuanto me duele la vida en este momento.
III
una mano se abalanza sobre mi desde lo mas profundo del sillón en el que estoy postrado hace horas viendo la suciedad del suelo,
escucho al mismo cuerpo ausente que he sabido portar tiempo atrás
diciéndome cuanto lamenta habitarme de nuevo
mientras me arrebata la respiración de mi garganta.
siluetas irreconocibles tratan de morderme el cuello para dominarme a su gusto,
yo no acepto
no me niego, tampoco
si alguien quiere hacer lo que sea conmigo, bienvenido sea
se trate de quien se trate,
porque
no soy más
que
una nuez vacía,
podrida
que jamás conocerá tierra fértil
para poder crecer de una forma u otra
el piso sigue sucio
lo voy a limpiar cuando amanezca
si es que no estoy muerto para entonces.
IV
oigo hielos que se rompen en un vaso que no es para mi
y a pesar de conocer el vidrio
nadie me ofrece un trago para matar esta acidez constante que significa estar vivo.
el vidrio es vulnerable, tanto como uno, casi.
acaparador de la extensión de la piel
cortador serial de labios vírgenes,
con el filo de las guadañas menos favoritas de la muerte sabe presentarse ante mi lengua
quitándome el habla
y nadie despliega sus manos por mi ayuda
nadie advierte el frío de una lengua sin sangre, de baba roja.
no he hablado durante meses, es por eso que nadie me invita un trago,
que nadie reconoce que no he dicho nada
nadie espera que diga algo, nadie espera que le diga que lo quiero,
nadie espera de mi parte el nacimiento de aquel mínimo gesto de aprecio que reside en la sinceridad mas fuerte de cada uno.
me he cubierto con mentiras a lo largo de estos años y un abrazo, por más falso que fuera, para mi hoy sería fatal.
sé que no puedo cargar los hombros de los demás con mis propias culpas,
pero es que, ay
si ya no puedo dar un paso sin asquearme de pena,
sin ver el camino que he recorrido con todas esas huellas chuecas, inseguras, imprecisas, que no me hacen nacer ni una mínima pizca de orgullo.
doy un trago de sangre, esto lo he traído yo, nadie me ha acercado su vaso.
el vidrio es débil, y ahora no hay un espejo que sepa contener mi reflejo y mostrarme la propia debilidad mía con la que cargo
(que además ya reconozco en mi intimidad, donde nadie puede dañarme salvo yo)
doy eructos de fatalidad, vómitos agrios de las cosas que siempre me repito antes de dormirme.
me limpio con la cortina de baño porque otra vez no he llegado al inodoro
hay una harta fila pidiendo mi salida
y yo solo quiero dormirme
sin antes repetirme de nuevo que no valgo nada, que esto que estoy haciendo ya no sé si tiene sentido alguno, que la noche cae siempre sobre mi
y no sé cuanto más pueda seguir aguantando su peso.
V
¿cómo empujar la rueda sin cegarla?
¿dónde guardar los ojos cuando ya no hay nada más que ver?
¿cómo terminar con lo que nunca quiso empezarse?
la necesidad de considerarse dígito,
a penas canto de grillo mutilado
saberse indecible,
intacto,
con la ropa transparente destrozada, aquella vergüenza con la que cargo
y mi cuerpo, que no es ya
sino la fábula que no deja enseñanza, sino miseria.
mis rostros, vulnerando los límites de la atracción
las leyes de la aquello que no debe pronunciarse.
¿cómo terminar con lo que nunca quiso empezarse?
no debo merodear en recovecos que no me pertenecen,
que no responden a mi llamado.
todo es aquello que haga falta,
las manos cubiertas de mentiras y deseos de insatisfacción,
soy un ahogado entre las cenizas un incendio que no fue.
VI
hoy llovió y no me enteré.
un choque en el departamento de abajo terminó por aniquilar mi sueño
una ambulancia atorada en el ascensor,
y veinte camilleros cayendo por el vacío.
un policía interroga a mi puerta a patadas.
yo lloro queriendo continuar mi sueño,
porque ahí no había nada que temer,
no existía la posibilidad de pensar en la efímera idea de la muerte, o en la idea de la muerte efímera, da lo mismo
no existía una sala velatoria en el hall de mi edificio,
una familia sin nada que perder porque ya había perdido todo
coronas de flores,
cinturones de espinas en los abdómenes de los condenados
y cuerpos maquillados según las tendencias de la temporadas pasada.
no era todo un ático de perversión y miedo,
bajo mi cama, despierto, hundo todo el temor que me he guardado estos años
aquel que sabe reventar en sueños (pero no lo digo).
nadie abraza a quien no se rie,
y yo no me rio porque el sol no se muestra hace decenios.
las temporadas de lluvias ya son demasiadas acumulándose entre los pocos días que restan de un calendario,
los cazadores de tormentas se han extinto
la luz se ha ido de mis ojos.
las plazas son edificaciones mortuorias para guardar a aquellos que ya no saben por qué mas sentirse apenados,
los árboles solo anudan sus ramas quebradas entre si esperando que un rezo colectivo les devuelva lo que la carencia les arrebató
los pájaros son solo refugios cadavéricos para las ratas que se encuentran prontas a apoderarse del mundo.
hoy llovió y no me enteré.
saben prevalecen aquellos que no ven más allá de si mismos,
lo sé porque hoy sigo de pie en mi ego.
el egoísmo de existir a cuesta de la tristeza de otros.
pero no quiero que sea así,
al menos, ahora no lo quiero, ya no lo quiero.
¿pero que puedo hacer?
si ya me he encontrado vacío, nadie quiere tocar un pecho desnudo que está frio, con los hombros apenados, aplastados de tanto empujar todas esas cosas que jamás quise decirle a nadie dentro de mi cama, nadie quiere tocar alguien que en los ojos solo tenga espinas, nadie quiere ver un par de ojos en los cuales ni la luna quiera reflejarse,
nadie quiere portar una cuota de anonimidad en el tacto,
nadie quiere saberse de los desconocidos, de los extraños
y yo hace tiempo que no me reconozco
reproduciendo para mi mismo aquel depósito por todo aquello que perdí y que jamás cobré,
el éxodo de la tragedia de mis palabras hacia su mirada
(perdón por todo)
VII
abandonos,
digo con confianza que de ahí venimos
de por ahí nacemos.
digo confianza como digo miedo, también
no hay realmente una seguridad para mi boca mal ensamblada, digo, es lo mismo gritar perdón
que decirte que
no quería
realmente hacer nada de eso
es decir, puedo gritar odio con la misma fuerza con la que me asfixio con una mano que no me pertenece
como hablarte al oído y decirte cuanto te quiero.
abandonos digo,
quizás de ahí es de donde venimos
de la falta, de la carencia, de las tierras con las malezas crecidas cortando nuestros piecitos sucios de tanto correr en círculos por no saber, por no pertenecer a nada, ni a nadie.
y digo abandonos como digo bostezos de no dormir por horas,
como digo cielos de aquellos (estos) nublados que no prometen más que llantos vespertinos
como digo temor a caminar, rechazo a afianzarme a un lugar que quizás no es mío.
digo abandonos como digo perdón, lo siento, no quise, no fue mi intención y como también digo que la verdad que no sé que estoy haciendo tratando de pedir perdón, no sé si a vos o a mi mismo, digo abandonos como digo pérdida de dirección del poema hablado, recitado, escrito o articulado con una re-organización de piezas de diarios que colectivamente hablan de mi sepelio, hace ya dos semanas.
digo abandonos como digo que me abandoné, como digo que te abandone, o como un pluralismo (nos/abandona/mos) ahí es donde quizás recae todo, donde quizás pienso que por eso mis dedos no dejaron de escribir desde que comencé a redactar este párrafo que no quiere llegar realmente a ningún lado, pero que mis oídos bien disfrutan el teclado chocando contra las yemas ampolladas de mis dedos, reventando líquido que no puede contenter ningún incendio, pero puede retrasar el llanto en el que posiblemente me termine ahogando mas tarde, después de bañarme, después de limpiar el suelo.
digo abandonos como digo suciedad, como veo la suciedad que tiene el piso, que quizás por eso no quiero caminar, que por eso no quiero ver más allá de mi ventana, o de mi alfombra escupida (ya seca) y solo en mis sueños más bellos esté yo solo, viendo pasar el tiempo en la misma silla, pudriéndose mi piel al compás de mi canción favorita.
digo abandonos como digo aprendizaje
y aprendizaje como una auto-realización, como eso de saberse en la insuficiencia, exactamente eso, si, decirse que uno no es capaz no es malo, es darse cuenta de cuanto uno puede poner el cuerpo hasta el principio de aquella sensación agónica que tanto nos eriza la piel al encontrarnos en un momento cerca de la muerte.
y si digo aprendizaje como digo abandonos,
en mi falta de tanto, en la carencia de la comprensión de uno mismo, del entendimiento del otro, de una voluntad para levantarse de la cama antes de que pasen las 20 horas seguidas
quiero decir que quizás tenerse tan presente puede ser peligroso, y no sé si quiero aprender algo de todo eso,
y nada más,
creo.
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