viernes, 7 de diciembre de 2018

la contemplación de aquello que pudimos haber sido.dll

afuera,
 un hueco

la tierra removida, 
la lengua asfixiada en los canales de una garganta enferma
las palabras sucias que escapan de una canilla averiada.

el balde goteando, que reverbera en el vacío de mi cabeza.

el ganado enfermo, famélico
y la pregunta: ¿quien me va a poner a dormir esta noche?

cataratas negras de bilis que escapan por una estocada de odio.

las moscas de la fruta danzan, desafiantes.

abriéndome paso entre cráneos, 
  el hueso molido se hace niebla  

  mis dientes quieren destripar un plato de cerámica con un cuchillo,

quebrándome el tímpano
 a destiempo.

víboras con la cabeza ardiendo mueren bajo un cielo que no pueden iluminar,

las únicas luces de la noche son por la ayuda que nunca vino.

de las huertas, 
    los hurtos. 

invasión de propiedad privada. 

las guadañas clavadas una junto a la otra para cercar el paso, 
    pero aún hoy, hay quienes continúan desafiando a la muerte.

bajo tierra todo crece muerto.

   por falta de presupuesto, ya no hay rosas para ofrendar.

una guirnalda de flores oficiando de horca,
un pueblo vacío 

no hay quien aplauda el choque de las vértebras.

los criadores de maleza
 se crucifican en sus campos
  pidiéndole por favor a los cuervos que les arranquen los ojos.

la canilla ya no gotea.
  
  los cadáveres del ganado son quemados.
  nadie puede alimentarse de podredumbre.

aquellos que quedan,
  apuntan al cielo con dos dedos, gatillando un amanecer que no trae esperanza.

 una red de telégrafos en desuso repite la misma advertencia.

      una antena de radio quebrada, solo esparce ruido blanco.

                      una cadena de televisión solo ajusta la imagen.


                  en este punto da lo mismo tener ojos
                                     o los pies sobre la tierra.

                                                       bajo la tierra             
                                              todo crece muerto.

                                                            sobre ella
                                      todo deviene en muerte.

martes, 27 de noviembre de 2018

las lógicas de la pluralidad

nos encontramos 
 donde el techo derrotado se abraza de nuestros tobillos,
  donde a los árboles les sobra la piel

y donde, alguna vez, se nos fugaron las presencias.

con las sombras, 
 que nacían de nuestras manos para imprimirse como aguafuertes en paredes amarillentas de humedad

contábamos historias,  
  perseguíamos lo que nos faltaba
   resignificábamos lo que ya teníamos.

y entre tanto, también nos escondíamos 
entre las grietas de los suelos muertos,
hacíamos nidos, 
nichos velatorios entre lo infértil.

nos silenciábamos, también gritábamos
 cosiéndonos los labios con consentimiento. 

enhebrábamos con paciencia los hilos encerados
 explotando los fusiles,

  dialogábamos las cenas románticas articulando silencios.

nos disfrazábamos de nuestros peores temores para espantarlos.

ya no teníamos miedo de nada.

desentendíamos las concepciones de los pretéritos,
los presentes y los futuros
inciertos.

nos habitaban los odios, aquellos que adorábamos
  
oíamos himnos, 
avistábamos los corazones
 ignorando nuestros propios pechos descubiertos,
   
las dagas cortando las mismas cuerdas. 

 nos daba lo mismo la caída al vacío,

el telón cayendo sobre nosotros,
los tobillos trazados de ardor, 
  
 o el techo pecando de ausencia. 

pedíamos la libertad abrazándonos de los barrotes de las rendijas
 por las que se escapaba todo aquello que se nos desbordaba y no podíamos contener.

   gritábamos entre bosques incendiados, 
celebrábamos, nos lamentábamos 
  
cubríamos de cenizas nuestras frentes para hacerle frente a lo que desconocíamos.

entre huecos de incomunicación a veces nos rechazábamos, nos olvidábamos,
deseándonos al mismo tiempo.

entre las manos conocíamos la mímesis del tacto, 
  nombrábamos lo que entonces no tenía nombre, nos decíamos, nos reíamos,
 nos llorábamos, también

 oíamos canciones,
avistábamos lo oscuro de las gargantas de la noche, 
  escupíamos fuego que trazaba caminos que luego nadie recorría.

los tobillos trazados, cartografiados de dolor
   el cielo presente oficiando de testigo 
 una casa rota, vacía
  
nos daba lo mismo.

y hoy nos encontramos,
  
  portando las presencias que no nos corresponden, 
   ahuyentando a los depredadores de las madrigueras deshabitadas.

la tierra húmeda,
 los árboles tallados deletreando un nombre que jamás habíamos escuchado. 

  entre tanto, también dibujábamos sombras,
muchas de las cuales ya se nos han perdido

y otras pocas, ocultas entre los escombros de las paredes que alguna vez nos dieron refugio.

el dolor de estarse quieto,
 un tacto que no es nuestro

y el cielo oficiando de testigo. 
      
     

martes, 20 de noviembre de 2018

lo poco que nos queda y aún no hemos perdido

el tiempo es un síntoma crónico 
que se derrama 
sobre las flores del mantel 
de la mesa de casa,
mi casa 
testimonio del síntoma 
de la fiebre del tiempo, 

entonces repito, educándome: "no debo tocar el pasado porque quema".


deberé de beber litros de agua salada

 para vomitar una playa en la que todo esto ya sea indistinguible.

o quizás evocar pasajes erráticos de libros que nunca leí,

  o leer las manos de quienes ya no están
  
  retratar ausencias, o hacer explotar el termotanque, da lo mismo.

entonces repito, ahora contra mi voluntad: "este no puede ser el cielo, lo reconocería".


y si,


algo falta y es insoportable.


y si 

sigo caminando entre silencios con dientes, 
ahuyentando la humedad de las paredes, 
purgándome 
pies, manos y lágrimas 
para evitar tener que nombrar una por una 
todas mis ausencias. 

diez pisos más abajo 

nadie alza los ojos para ver 
las ventanas abiertas.

diez pisos más abajo 

el asfalto apenas parece 
la silueta oxidada 
de una infancia que no fue 
más que el anhelo insoportable
de habitar con un cuerpo la quietud.

pero hoy,

 la mochila del baño sigue perdiendo después de cuatro meses,
   
 las persianas permanecen cerradas desde el invierno.

el viento,

 es el polvo que sale de una radio re-transmitiendo un partido de fútbol
 de hace cuarenta años.

  y afuera de mi puerta, golpea la respiración de un perro con bronquitis 

 los pulmones que vibran como motor ahogado
desatornillan las bisagras. 
   
todo se siente como si me hubieran empujado a estar donde estoy ahora, 
                no estoy seguro de haber hecho algo por mi alguna vez. 

y aunque puedo considerar la idea de la posibilidad como bastión erigido para prolongar mi consciencia,


   no pienses que no sé.

   porque estoy al tanto de que nadie va a continuar mis rastros,

ni va a venir a rescatar mis restos.

solo van a escribirme con un puñal sobre el pecho de mi memoria, 

     jamás viéndome a la cara porque sentir piedad es imperdonable
               y van a crear una voluntad, para que sea mi última.

y aunque rasguñe 

el interior del sarcófago
hasta astillarme las yemas de los dedos, 
ni siquiera el eco 
de mi respiración aullante 
podrá hacer que
del otro lado 
de esta tierra, todavía húmeda, 
mis plegarias no se desarmen
en paladares ajenos

del otro lado 

de esta tierra húmeda,
de esta herida aún punzante, 
de este suspiro que me ahoga
alguien llora a sus muertos.

los codos hundidos en los nombres que nadie nombra, 

   los floreros vacíos, y todas las flores muriendo con los muertos.

mis dedos reventados, 

   mi habitación vacía,
los libros que nunca leí, 
la desconexión inminente de la luz que nunca pagué,

la mochila del baño que sigue perdiendo,


una voz que ya no reconozco,

 unos pies que no son míos,
  una persiana que se abre por primera vez

y afuera, la tormenta más grande de todas las primaveras que viví. 


siento que detrás hay un incendio que comienza a besarme los tobillos,

en contraparte, delante mío hay algo que no entiendo

y no sé como hacerle frente.


solo sé que en mis manos hay un ramo de flores anidado a mis muñecas,

 las espinas pinchan una por una, cada una de mis venas,

pero ya no duele.


¿por quién lloro ahora, sino es por mi?

caminar esta tierra húmeda es como pisotear cientos de corazones a punto de extinguir su latido. 

¿que nos dejará la tormenta entonces, sino es silencio?


además, ¿quién se deleita ahora de mis rezos?

  
si yo ya no pido nada.


Escrito con Lara


sábado, 3 de noviembre de 2018

treinta días de prueba gratuita

¿arriba? 
   el cielo, 
¿en él?
   nada que sea mio.

caigo súbitamente desde mis mayores miedos,
 un ascensor averiado
  la atención al público no abrirá sus puertas hasta nuevo aviso.

entonces ahora,

las manos aferrándose a las poleas, direccionando un velero hacia el ojo de la tormenta
  la tracción a sangre

el ardor de todos estos años y la misma herida abierta que portaron mis ancestros.

planta baja, 
 subsuelo 1,
  subsuelo 2,
 motor quemado.

las estrellas como candelabros asfixiándose de humedad, 
 claridad, luz de vela
  treinta y cinco grados centígrados

y una mesa larga ofreciendo copitas de insecticida servidas con el mayor de los cuidados.

los comensales desayunan lo que las esclavas rechazaron,
 duermen bajo las camas desechas,
  y ríen por lo bajo, procurando guardar discreción.

arriba el cielo, 
 ya carece de cobre 
  corriente alterna/corriente continua

dan lo mismo si ya no vemos nada, 
  si ya nada es nuestro.
   
¿arriba?
   mi garganta inflamada de gritar en silencio.

abajo de mi cama, el cielo.  

mis manos,
esclavas
alternan turnos para procurar que nada habite bajo mi espalda sin que yo lo sepa.

las copas van rompiéndose,
  el edificio cierra por fumigación.

el ascensor no funciona, 
  mis manos, 
  heridas,
  la sal ya no sirve de nada.

asfixia
darwinismo 
   hacinamiento.

nadie quiere cargar con las culpas de saberse derrotado, 

 nadie quiere cenar,
alguien rompió la mesa,
 las estrellas hacen saltar la térmica

nadie quiere poner sus manos en el fuego
 y nadie quiere morirse quemado.

¿arriba? 
  nada
¿abajo?
  nada

respiraciones que acaparan todo mi aire
 un pulmón desgarrándose 
  la sangre hirviendo, huyendo de lo que resta de mi nariz rota en mil pedazos

el piso siempre está un poco más frío que el resto,  

las paredes se derriten, 
la brea captura los zapatos y funde la piel para volverla parte de la tierra.

entonces, ahora

me aferro
a lo que nunca fue mio,

porque hoy me permito sentirlo propio

  el impacto siempre duele menos
 teniendo una lanza atravesada en el corazón,

la claustrofobia de estar vivo.

martes, 30 de octubre de 2018

como habitar un ascensor abandonado

me encorvo,
beso el suelo, 

me doy cuenta que me dan asco mis propios pies,
              mis zapatillas hablan por sus años 
         y mis oídos no escuchan porque no quieren.

en los cortes de mis labios anidan larvas,
mosquitas madres
  devoran naturalezas muertas  
               que nadie vela,
que a nadie parece importarle.

de mi vientre se desprende una cáscara de banana con forma de pulpo decapitado
usada para alimentar la decadencia de una infección no tratada,

decido coserla para que nunca tenga que volver a ver la luz del día 

trato de cubrir las imperfecciones que tiene 
usando una aguja chueca y un hilo desenhebrado
               
  tal y como trato de unir estos dos versos con una metáfora que da pena.

de nuevo
me encorvo, beso el suelo

no le ofrezco mis reverencias a nadie.

toco mi garganta a modo de metrónomo para darle un tiempo determinado al recitar lo que digo, lo que hablo.

un ejemplo
a 220 bpm: 

en su pequeño cuarto, una celadora cocina con saliva su última cena
  desde una gotera caen tres cuerpitos de agua descontinuados por uno, tres y cuatro segundos, respectivamente
    en un intermedio de diecisiete segundos entre ciclo,

la celadora empaña sus lentes de humo, cada vez
  queriendo encender sus muñecas de fuego, apretando un puño que hace ver un mapa entre las venas   
  que no llega a ninguna parte.

por otro lado,  
  la escuela que cuida, abandonada,
  el sol que cae demasiado rápido,
una heladera desbordando aceite, 
  las encías cortándose con filamentos vencidos,
el vidrio molido chocando con el sarro de los dientes de la celadora produciendo un destello de luz que nace de aquellas palabras que dijo hace tanto y que ya nadie recuerda,
  la cena para una persona,
  el mantel mal puesto
y la comida que se quemó, 
otra vez.

(...)

me enojo porque me transpiran las manos
   y porque la rabia está para las certezas

y es cierto: me enojo cuando me transpiran las manos,

como me enojo no saber que hacer con ellas
y es por eso que las escondo en los bolsillos

  y es porque a veces no siento mis llaves en ellos
 que siento que ningún lugar me pertenece

que de la vigilia de los huéspedes
solo queda la cera derretida bajo mis uñas   
       que ya no quedan mas lugares que hurgar, 
      que ya no hay donde esconderse.

¿dónde ubicar un presente si no es a partir de la negación?

hoy,
entonces

la ruptura de las noches,
  la temprana rendición de las manos que protegían la esperanza,
las represalias de la falta de determinación,
     la necesidad de articular palabras ante la desolación absoluta, pero no poder hacerlo.

ahora,
entonces

mi boca podrida,  
    la comida quemada, 
  la piel evaporándose del dolor.

mi boca podrida, 
    el baño inundado,
  los portadores de la devastación.

mi boca podrida,
    mis palabras inútiles, 
  afuera los desahuciados escupen cenizas.

el cielo negro,
  mi boca podrida,
 mi vientre tejido a dos agujas para que nada vuelva a escapar.
el sol cayendo,
  la falta de respeto a la estructura, 
 la implicancia de la forma, 
los sueños de neo barroquismo, 
 la escuela abandonada, 
  una lección aprendida de memoria,
   una mesa quebrada,
la cena para uno,
  las hojas inmóviles,
    la falta de significado,
la necesidad propia de no querer otorgarle sentido a nada.
  de nuevo, la falta de respeto a la estructura

una vértebra con exceso de aire,
 un dolor lumbar,
  una serie de ejercicios para reconstruir la postura,
encorvarse, besar el piso 

 dar la palabra para que otros seres la habiten, la infecten, la pudran y la entierren para que no vuelva a ver la luz.

una numeración de conceptos que intentan llevar un hilo conductor en la cabeza de quien esté leyendo,
  
una boa rompiéndome el cuello, 
    una vértebra o dos, asfixiadas, 
el frío de la noche a las 9:23 AM, 
 la ventana mal cerrada.

mi boca podrida llenando de humo una calle que nadie recorre.

ahora, entonces
 la negación, especialmente la negación

las manos transpiradas,
   mis llaves en otra cerradura que no es la mía,
una plaza llena de perros hambrientos,
   la necesidad dispuesta a un lado, 
      los dedos vomitando automatismos que no controlo, 

los espacios tratando de crear un camino y una barrera que bloquea el camino, haciéndonos volver siempre a donde todo empieza.

el recorrido de los índices,
  el filo de los libros que olvidé cortando los espacios más recónditos de mi mente,
   el sangrado de los ojos,
los oídos que siguen sin querer escuchar, 
   un cigarrillo colgando de mi boca hace más de dos horas,
las muelas oficiando de cenicero,
el anti-clímax.

lunes, 22 de octubre de 2018

paraíso podredumbre

hoy
las puertas abiertas,
las ausencias permanecen

el gas de una hornalla cierra todas las ventanas,


  nadie pagó el cable, 

  los sillones le dan la espalda a la televisión 
a pesar de que nadie se sienta, ya.   

afuera, una montaña de bolsas de basura me prohíben bajo cualquier motivo ver el sol.


todo está tan frío.


los manteles corridos ocultan las patas rotas de una mesa,

 mientras que los platos caen en picada 
    antes de que esté servida la comida,

y nadie limpia

 y todo parece estar cada vez más lejos.

el calendario entero es una X

                  (xx/xx/xxxx)

marcar los días por sensaciones/analogías me parece una opción más viable, 

  hoy fue enojo
  hoy fue malinterpretación
  hoy fue quemarse las manos con una soga mientras caes y no podes aferrarte pero no tenes el valor de soltarte del todo
  hoy fue valentía
  hoy fue ahogarme en el agua del inodoro
  hoy fue el odio que le tengo a los números pares.

tengo al menos cincuenta azulejos en la zona de la ducha, aunque jamás terminé de 
contarlos porque no quiero pensar en que quizás, uno de ellos pueda caerse y romperse en pedacitos que no pueda agarrar y ya no haya esa cantidad de azulejos que alguna vez creí que era para siempre.

la ducha dispara ráfagas de aire que me aterran

por lo que espero que la corriente se normalice, viéndome al espejo

reproduciendo mi reflejo en mi mente, a la vez de que mi reflejo reproduce mi imagen 

                      retroalimentación.

bajo el agua

mis pelos se aferran a mis muñecas,
  me atan,  
y los quiebro, me libero
y caen.

pero tapan el desagüe de la bañera

 aquel que jamás me atreví a limpiar 
 y por lo que hoy el agua me llega hasta las rodillas.

todos estos años olvidé mantener una buena postura

  mi cama puede ser un pozo, o un montículo de ropa, según en que posición duerma.

todos estos años olvidé mantener un régimen de sueños que no me despertasen en el 
medio de la noche,
 si es siempre lo mismo:

estoy escondido bajo una mesa rota que partí a la mitad por accidente


y veo caminar, rodeando la mesa, a un par de pies que no me corresponden

                              (es ahí donde me recuerdo que nada es mío) 

y siento una respiración

 que se confunde con la mía 
  por lo que tomo aire y la contengo 
   pero no escucho nada más
    hasta exhalar de nuevo. 
   
y me siento chiquito
como si a cada momento me encogiese más y más

 y terminase tragando la tierra que los escarabajos que habitan en mi living se rehúsan a comer


los pies siguen acechando,

 pero nunca pasa nada 

y es en esa misma nada en la que me despierto.


es cuando todos están dormidos, 

que escucho todo en un silencio muerto

mi corazón bombeando sangre se oye como si constantemente tirase de la cadena del baño


y todo se inunda

y jamás saqué mis pelos del desagüe
y el agua me llega a las rodillas, ahogando hematomas

mis manos amordazadas de desesperación.


como si encendiese un cigarrillo y se quemara toda mi casa.


  las puertas abiertas,

  una corriente de aire que contamina todo de miedo 

y yo esperando el amanecer aferrado a la promesa de que mañana voy a dormir y voy a poder soñar algo verdaderamente hermoso.


hoy fue perder parte de un dedo por cerrar mal la puerta de un auto.


fotos de porcelana,
 mi rostro ausente

las manos transpiradas de esperar tanto algo que aun no sé bien que es


   mis ojos pidiendo perdón.

los tendones de mis manos cercenados,

  la sangre escapándose en cada movimiento. 

 todo va volviéndose paulatinamente más pálido.


las servilletas no absorben el dolor,

  todo termina por adquirir el color de óxido después de tiempo.

una obra en construcción irrumpe mis mañanas desde hace ya seis meses,


 mis brazos cargan con las paredes de mi casa cayéndose sobre ellos

   una sierra que corta mis esperanzas,
   con un ruido que aturde mi equilibrio.   
  
 hay golpes, fierros 
  siluetas que no reconozco, 

y un sol que quemaría mis ojos

todo por la mañana siempre solía estar tan brillante,


pero hoy

viendo entre la penumbra
me hace acordar a cuando a veces dormía en la habitación a la que nadie entraba en la casa de mis abuelos

la habitación mas fría, con los edredones molidos en polvo
 con daguerrotipos colgados de la pared como si fuesen advertencias de otro mundo

 con rostros mirandome,
  con libros que desafiaban mi presencia 
   con esa ausencia que me hace escuchar todo mas detenidamente

mis sueños ruidosos, 

  una obra en construcción en stand-by

todo se siente tan frío

todo se siente tan, pero tan lejano.

 hoy fue una pérdida de tiempo.


pero mis pies,

estos pies 

dibujados de vidrio, 

escupidos de espinas, 
infectados de clavos insalubres

son estos pies, míos.


son míos estos pies hundiéndose en lo más inhóspito con ninguna idea de salvación.

   
 es mía la respiración,
y a pesar de que el escondite nunca me pertenece,

 es mío el miedo.

hoy fue nadar en el medio del océano de noche y sin luna que me guíe. 


 ¿y mañana?


  xx/xx/xxxx

jueves, 4 de octubre de 2018

respuestas al crucigrama del diario de mañana

así como aprendí a nadar y a separar mi aire del agua,
 también inundé mis pulmones, golpeé mi cuerpo contra un grupo de rocas filosas
    y me dormí, esperando que la corriente me llevase.

así como destapo un vino y rompo el corcho

    también mancho la pared de expresionismo fermentado y rompo accidentalmente la botella.

 así como me incrusto vidrios en la mano y me lloran los dedos

      también sé tragar pedacitos sólidos de un pico que lastima mis labios, escupir la pared
      y firmar la obra.

así como me despierto después de haber dormido dos horas

          y  camino centenares de cuadras con la mirada puesta en las fisuras de la vereda

también hago fila en muchos lugares y me pongo nervioso,

      me llegan los susurros de la gente como si fueran pensamientos míos, ajenos 
   y camino por la calle ahorcado por una bolsa de nylon que no tiene el suficiente peso para hacerme caer desplomado.

así como tengo buena vista de cerca, de lejos ya no veo nada

     las cuencas se fuerzan tanto que se desgastan en cada enfoque mal logrado,
  los párpados se agrietan, mientras las pestañas van perdiendo su filo, aquel que me protege del sol.

así como reitero, como hablo, digo y hago énfasis

  también corto, fragmento,
    divido y retuerzo,   

y no por necesidad, 

ya no sé poner las palabras que quiero en algún orden, 
    todo lugar es incorrecto, toda noción comunicativa es el mínimo eco de lo que me oculto hacia mis adentros.

y no divido, ni corto, ni fragmento, ni retuerzo  

   porque me falte algo
me podría faltar todo que bien lo seguiría haciendo.

no,

me harto de lo verbal
  y me apeno por los dedos que cargan involuntariamente con un trabajo de oficina

una oficina donde los cumpleaños de los empleados se cantan con el misma carencia de emoción,

   donde la heladera siempre está descongelada y todos roban tu última cena 
         y donde nadie realmente quiere estar ahí.

además,

      el monotributo dejó de pagarse hace años

y estamos próximos a perder la casa.


no, 

yo hago, siento, grito a través un monitor que vibra a una frecuencia que desconozco
porque la palabra ya no significa,

y no significa nada más que la antigua idea de la esperanza.


porque ya, la noción del presente es indistinta, 

porque nadie espera nada del hoy más que levantarse con la sábana enrollada a la cintura, con los pies mordiendo el techo, 
    y una mirada que no es vista por nadie. 

 el espejo botiquín, abierto en tres partes, me rechaza sistemáticamente en cada una.


verse por detrás es conocer la parte más vulnerable que poseemos.


así como me desnudo en los desiertos de mis sueños, lagunas de mi memoria

     también anoto en mi piel aquellos que mas me han marcado, aquellos que han desecho alguna parte de mi espíritu.

entonces hoy no espero nada,


solo escupo la amargura que cultivo durante días, semanas a veces 

 y la escupo en sobre las fisuras de la vereda, sedimentando las calles de odio, de ansias y de tristeza.

los pasos siguen un mismo ritmo, 

  cada vez van marcándose más y más las huellas de mis días
 cada vez son mas profundas, 
     el camino se hace más sinuoso, más difícil de continuar.

 a veces incluso las sábanas me atan todo el día, me desentiendo de lo que pasa por afuera de mi ventana.


mi cintura dolida, amordazada

 y la parte inferior de mi espalda que llora de años y años de mala postura que me despierta por las noches.
entonces
¿por qué sigo si mis propias partes me rechazan?
  ¿por qué sigo si cada vez soy más sensible en mis sentidos a aquello que sienten los demás?

¿por qué sigo?


bueno pues, porque no hay otra cosa que hacer

 aún porque nadie me ha propuesto nada mejor

porque aún sigo despertando, ya sea de día o de noche, 

  la constancia se traduce en abrir los ojos en contra de tu voluntad. 

 también porque quizás algún día pueda encontrarle un sentido a todo esto y diga: "ah, en retrospectiva la tristeza que me solía envolver ahora es algo cálido, algo de lo que pude aprender para resignarme a una fatalidad, paradójicamente, no tan fatalista como la idea de artista atormentado y postmoderno que sostenía hace algún tiempo"

porque quizás algún día aprenda 

    y eso es lo que más atesoro aún.
  
es como preguntarnos
 ¿por qué hacer lo que hacemos? 
¿por qué no resignarse ante la falta de todo? aquella carencia anunciada.

supongo cada quien tiene una visión, 

  supongo cada quien puede levantarse, quizás abrazado entre sábanas, con los pies acariciando otros dedos que no resguardan al invierno entre sus venas
  y portando una mirada que todos quieren atravesar de manera gentil

 doy por sentado la existencia de una situación de esa índole.


cada quien guarda sus formas,

   cada quien atesora el dolor, 
      hacia adentro o hacia afuera. 

 pero den por sentado también, que nadie se salva de la podredumbre,

   nadie puede pasar una vida sin ver marchitarse los pétalos más bellos de sus flores favoritas.

nadie puede tomar la palabra esperando evocar algo del pasado

 y forzarla, forzarla, forzarla para que de alguna manera, ese algo suponga un cambio

 como decirnos, repetirnos:

 "no voy a estar triste aquel día hace tres años, no voy a llorar en la bañera, no voy a ver por la ventana y ver la noche y sentir que me avasalla y me traga, para encontrarme en el suelo sin recordar nada de lo que pasó"

 es en vano buscarse en lo que nos antecede, para tratar de sanarnos en retrospectiva, descuidando el cuerpo que dejamos expuesto al sol, con los párpados rotos, las pestañas perdiendo su filo,       

     y esto no es ni una advertencia, ni una promesa de que todo va a estar mejor, porque lo más probable es que todo empeore antes de mejorar,   esto quizás es, tocar fondo y empezar a quedarse sin oxígeno.    

 quizás algún día veremos la superficie.

como quizás también, algún día aprendamos a escribir
 a mar-car el rit-mo de las dolencias, 


a separar en sílabas el dolor que punza desde nuestros hematomas auto-infligidos

porque así como mis dedos son prisioneros de la furia,

   también recapacitan 
   también re-elaboran y se esfuerzan por ser mejores

 y así como trato de hibridar los mundos en los que habito

    hay algo que me tira, que me arrastra, siempre a lo más profundo 
         sumido en la lejanía de ambos espacios  
   (nota al pie: resurge en mi la idea de los no-lugares, ¿que mejor que transitar sin saberse habitando?   / / /      las impresiones de la falta de sensibilidad.   el abandono de lo pasajero)
      
  y así como me falta el aire,  también respiro vendavales de miseria
      los árboles desnudos se caen ante mi sola presencia  y mi sombra arde con el cielo 

 y mis tobillos heridos de ramas
    con la sangre de los nidos que jamás fueron hogar 
saben rendirse de pena, de dolor.
  ya la idea de la redención es estacionaria, 
las cicatrices saben ser para siempre, 
y  las incisiones son hechas con los bisturíes mas oxidados 

corazón abierto, si

pero ¿a qué?

la luz dilata doscientos mil treinta y ocho pupilas al mismo tiempo.


un extraño clava en mi pie una estaca para marcar las dimensiones de un campo abandonado,

  
 los dientes muerden los pedazos de tela mas finos 
   los colmillos se entierran en los adentros de las encías   
     
 y la lengua, pronta a ser decapitada, atestigua mil crímenes sin victimario.

en las manos recae la culpa 

en nosotros, 
  nuestra historia.

las articulaciones cuelgan como hilos, 

               nuestros porta retratos están a punto de cubrirse totalmente de polvo y despojarnos de nuestros días más felices.
los nervios duelen al chasquearse entre si,
               los tumultos de tierra del patio trasero descubren los cadáveres de nuestras mascotas de la infancia.
los dedos tratan de imprimir esta dolencia en algo que pueda ser significativo para alguien más

               la radio sintoniza sola el anuncio del velatorio de nuestro abuelo. 

y a pesar de no querer reiterarme, de no querer decir siempre las mismas cosas
saber: es en vano buscarse en lo que nos antecede

                    
el futuro no es prometedor y el presente supone, no más que una idealización de lo que ya fue,

(sinopsis: la segmentación de lo que uno quiere decir

y no puede
en tres actos indistintos.)

hoy no es un día meritorio de ser recordado.
       por eso, en nosotros recae hacer del mañana lo que querramos de el


si total ¿de que sirve recordar?

¡ja!

domingo, 30 de septiembre de 2018

instrucciones a seguir para poder hacer que reviente el calefón de tu casa mientras estás dormido

I

hoy el cielo cayó sobre mis hombros.

hoy
no cumplí
con ninguna obligación 

el día de la fecha está marcado en negro 
  en uno de esos calendarios simpáticos
    que traían fotos de flores o de gatos muy naif,

   de esos calendario que te daban en las verdulerías

esas que hoy tienen los anaqueles vacíos, 
 podridos y cuyo toldo no puede soportar otra lluvia.

esos calendarios que son del año 1990 y que podes volver a usar este año

 que están arrugados de recorrer el fondo de distintos bolsillos rotos,
    húmedos de haber estado en cautiverio en el cajón de la alacena que nadie abre

 que están dibujados por manos inocentes de trazo torpe ,

 que inscriben fechas de cumpleaños que ya nadie celebra

que tienen todos los días 
           escritos arriba, que ya pasó todo lo que tenía que pasar

que ya no hay nada nuevo para conmovernos
    que no tiene sentido pedirle al cielo por algo que nos sorprenda

 que tiene el día de la fecha marcado en negro.

el cielo cae sobre mis hombros,   
         el cierre forzado de la verdulería es inminente.

   mañana no quiero hacer nada, tampoco. 


II

retroceso,
  retroceso, retroceso

mi cabeza contra el teclado,
   mi cabeza contra mis rodillas,

las manos sobre mis ojos.

mi cabeza asomándose por el cuarto piso.

una araña bajando lentamente por mi monitor,
 muriéndose del asco al leer lo que intenté escribir 
    y lo que intenté creer que era realmente buen material

una araña, ahora muerta, aplastada con uno de mis libros favoritos

    veo la contraportada, 
      recorro la edición
cuyas partes están mejor cosidas que la cicatriz de mi apendicitis hace un par de años atrás.

a veces me hago pérdida, 
  a veces pierdo las ganas de hacer, 

retroceso, retroceso, 
 retroceso.

deshacer.

 y sé que no es suficiente 
que no soy capaz de hacer algo hermoso. 

retroceso.

ahora,
mis dientes apretando la colilla de un cigarrillo virgen
   la yema de mi pulgar borrándose las huellas dactilares con un encendedor defectuoso

el humo, los dientes pudriéndose junto a las encías
  
 el monitor que sigue ahí, desafiándome
   las palabras que no encuentran sentido,

una araña cuyo cadáver nadie reconoce.

retroceso, retroceso
   retroceso, 
 retroceso.

una línea titila en el vacío.

"¿desea guardar los cambios hechos en aweawwgfiauegoeujge.txt?"



III

fue la marea quien me enseñó a caminar,
      la falta de personal del registro civil la que me nombró

las sepulturas de mis ancestros las que me hicieron temer por primera vez.

las páginas de internet que nadie mantuvo y fueron olvidadas en servidores que aun siguen pagos, las que me contaron las historias más tristes.

fue la televisión encendida de madrugada sin que nadie la estuviera viendo, la que me hizo dormir bajo mi cama por tres semanas,

 los árboles podridos que moraban en la parte de atrás de mi casa, los que me hicieron sangrar por primera vez.

fue la violencia con la que crecía el río, la que me cortó la respiración por más de media hora,  
  
      las manos presionando mi pecho bajo un mismo pulso, las que me hicieron dar cuenta que todo es en vano.  
  
  fue la tierra árida la que me enseño a quedarme quieto,
        el calor haciéndome perder la sensibilidad en mis pies, el que causó que sufriera bruxismo

 fue este día, que siento que empezó hace años y que creo no va a terminar nunca, el que me hizo quebrarme en el medio de la redacción de este poema y me hizo decidir dejar de intentarlo.

IV

mis pies,
 lastimados
  caminan en sentido contrario

a los autos que me enceguecen, 
     y me cortan el aire que respiro.

hay piedritas incrustándose bajo mis uñas que arden tanto como sangran,

 dejan una huella física de un momento que ya pasó.

realmente estoy muy cansado y duelo mucho 
          como para encontrarle un sentido a esto

pero sé
 que si no estuviera caminando

aún estaría quieto,
con las manos juntas, el tacto enfermo

esterilizado, 
  hospitalario 
     aislamiento cuarentena y demás sinónimos de encierro y cosas que no me agradan.

si no estuviera caminando,
 doliendo a cada paso,

sangrándome tanto como corta el camino del pedregal

¿que podría estar haciendo?

 estaría sentado en la misma posición desde que comenzó el día
     contando que hay en mi escritorio 

me imagino, 22 colillas, quizás 23, no conté bien y no quiero volver a hacerlo, 
   7 chapas de cervezas que tomé durante el fin de semana 

 unos anteojos que no son míos, 5 cajas de cigarrillos vacías
     mi billetera resguardando solo mi documento

un teclado en el cual mis dedos descansan más de lo que escriben 
    mis ojos, contando lo que hay en mi escritorio
 porque me pareció una idea ingeniosa romper el imaginario en el que estoy narrando esto que estoy escribiendo ahora

aunque no sé, 
estoy muy cansado y me duelo demasiado 
   como para encontrarle un sentido a esto.

V

cosas en las que pensé hoy:

un vhs dañado con los finales de las historias que jamás concluimos 
 que nunca devolví.

una cena que aún no cocino.  

 una migraña naciendo dentro del cráneo del vecino del 4-D que va a causar que mañana, cuando le pida que me espere para bajar por el ascensor, no me haga caso y baje, a pesar de haberme escuchado.

una advertencia que viene de tres pisos más arriba, y que no logro oír por haberse perdido entre el eco.

  una hornalla que está abierta hace 5 días.

el cadáver de mi gata guardado en la alacena que se reproduce una y otra vez en los peores sueños que tengo durante la semana y que suceden generalmente los domingos y como hoy es domingo, sé que voy a soñar cosas feas y escribo esto a modo de distracción para que al momento de irme a dormir, me haya olvidado que voy a tener pesadillas y que cuando me levante llorando en el medio de la noche, pueda... bueno, para eso no hay nada que pueda hacer realmente, solamente hundir mi boca en la almohada y esperar que nadie se entere, en especial el vecino del 4-D, demasiado tiene con su cabeza ardiendo de dolor. creo que ahora soy yo el que está empezando a levantar fiebre. la primavera trae estas cosas, supongo.

VI

no tengo más ideas y siento que el mundo se va a acabar en cualquier momento.   

martes, 25 de septiembre de 2018

pedazos de una lista de supermercado que encontré en un charco de agua estancada

bueno, primero el miedo,
el asco,
las almohadas hechas de maniquíes fundidos,
   los sueños encerados,
     y las lágrimas que brillan aún mas estando dormidos.

los dos pulgares presionando el hueco de los ojos,
      el bidet tapado de botellas de vino rotas
 el piso de mi baño, 
   yo acostado sobre él, 
   la derrota.

un choque exactamente a doscientos veintisiete metros de mi habitación,
     el último jadeo un perro ahora muerto
una jauría haciendo una sala velatoria improvisada
  y 
    un cuello atravesado por el vidrio de un parabrisas destrozado.

y bueno, entonces el miedo,
el asco de nuevo,
    las sábanas de aquellos que se ahorcan en sus celdas,  
      los tobillos desnudos dispuestos al calor del sol entrando por la ventana,
la humedad que no me deja respirar
  
  y una parálisis de sueño permanente.

el deambular por los pasajes de mi casa,
    la simulación de ser un extraño para acompañar a mi propia ausencia

  las rosas marchitándose sobre mis propias manos rotas,

 una puerta que no deja de ser golpeada,
    el hecho de saber que nadie va a abrirme.

una película proyectándose sin público, 
    una radio que solo grita ruido blanco 

 la idea de querer levantarse temprano una mañana,
     un cenicero con una foto de cuando era pequeño,
           un álbum familiar con todas las fotos veladas

y una cadena de inodoro que no para de perder.

la angustia de verse al espejo y reconocerse, saberse roto
  una llamada en el medio de la noche, 
    el tono que indica que no hay nadie para contenerte del otro lado

la cobardía de no poder ver al rostro a los demás

       el miedo, el asco de ser uno.

las alergias son la exteriorización de la tristeza que no se dice


nota para colgar en la heladera: el invierno es un llanto grande que camina despacio 
para sobrevivir no hay que dejar escapar ninguna palabra, 
deshacerse del documento-nacional-de-identidad,
buscar un nombre que no haya sido usado 
ser prófugo del frío tajante en la punta de los dedos del pie.

aplasto los hongos que moran en las rendijas de la puerta,
  los baño de oscuridad y de frío
                    mis manos, victimarias.

mis labios conocen el dolor,  
     mis ojos saben agrietarse de furia
y mi voz
me hace decir: afuera no hay más que cansancio
de llagarse el interior de la boca por obra de la insuficiencia,
de penetrar odios,
de estarse detrás de cada una de las sombras de todos los días que fueron mejores que este.

reafirmo: afuera no hay más que un apartado basural yéndose a la deriva.

no atravesar el umbral de la puerta 
la casa entera ruge: 
no hay que aprender a escapar del dolor ni del miedo 
más bien saborearlos, 
imaginar su textura, 
relamer los restos,
masticarlos de a poco, 
tragar 
dejar que ellos también conozcan la oscuridad absoluta de un estomago vacío.

del recuerdo, 
en cambio

solo nos queda una habitación vacía, dentro de una casa en ruinas, ubicada en un barrio a punto de ser rematado,
una silla mal soldada,
una cama distendida,
una persiana con sus maderas hinchadas de humedad a punto de decapitar a un cuervo que intenta comunicarse conmigo,
una taza con un café frío
y los párpados cosidos a una pantalla que reproduce en loop un registro videográfico del peor día de nuestra niñez.

hoy nos toca dormirnos contando los paisajes que nos han sido negados.

Escrito con Lara

domingo, 23 de septiembre de 2018

la oscuridad también habita en los estómagos de tus microbios, no lo olvides

claro que lo mejor es 
cruzarse de brazos, 
tragarse el silencio 
y aceptar el fluir espeso del tiempo.

fui el ignorante que aguarda 
el diagnóstico terminal
en los corredores huecos 
de un hospital sin calefacción

fui también el blanco de las dudas que se reagrupan en silencio, lentas, 
divagan como satélites en el espacio,
a oscuras, 
como espías envueltos en trajes hechos de bolsas de consorcio a la caza de tus inseguridades domésticas.

fui la planta en la espera por marchitarse definitivamente que arrancan de raíz 
con unas manos plagadas de dudas y mordidas de esos molestos insectos que abundan en verano

e hierven para hacer un té que por la noche no te deja dormir,

pero te hace sentir un poco menos apenado con la vida que llevaste hasta el punto en que decidiste hacerte un té para dejar de sentirte tan miserable.

fui la espera del otro lado de la puerta,
 las sombras también, de esas que te hacen sentir que hay alguien del otro lado aguardando por vos

 y la decepción de las bisagras vírgenes, oxidándose.

ah,
y el diario no llegó hoy, 
pese a haber estado esperando toda la tarde.

las manos sobre el aire, tratando de aguantar el peso de la ausencia.

siento las muñecas arder
  como los cuellos de los corceles por las ataduras que los obligan

a arrastrar un carruaje fúnebre por las polvorientas calles de tierra de un pueblito vacío 
sin poder estacionarse.

fui el clavo doblado 
que perforó cada una de las maderas 
con las que tapiaron las ventanas de mi casa, 

y hoy me arrepiento.

fui la penumbra que se hizo cuerpo
y la botella con agua de la canilla 
que sigue pariendo burbujas porque sí

si la palabra hablada no sirve y lo que cuenta son las acciones.

el origen de este desastre cuelga directamente de nosotros, 
como dos horcas 
nuestras manos 
cargan la herencia bastarda de la caricia y el golpe, 

han obedecido las órdenes de la muerte 
y engarzado los tobillos de los recién nacidos,

despojándonos de la inocencia primera,
      
             el primer llanto siempre es de dolor.

el espacio sabe enseñar la diferencia,

dos pares de hombros dispuestos paralelamente,

   una mirada a punto de inundarse se abalanza sobre el comienzo de uno de los brazos
y es desde es mismo brazo
      que nace la mano que aprieta la nuca

y es esa misma mirada, la que quiebra a su par 

 colapso simultáneo, 
   contención en la similitud, 
     y la identidad dejada a un lado.

la virtualidad de las comodidades para una errónea percepción del día,

- las persianas sin correa para levantar
- todas las luces quemadas
- una habitación que oficia de cenicero
- una voz que no tiene con quien enfrentarse
- una columna con delirios de formación rocosa
- las uñas largas aferradas al suelo
- un aire helado que corta las pestañas

¿y qué nos queda de de todo esto?

¿sueños?, 
no, ni siquiera sueños, 

anhelos en potencia, 

pretensiones a futuro que claudican 
ante los límites arquitectónicos que hemos erigido

vos, yo, nosotros, todos, la historia tonta 
que pulula arriba, detrás, 
debajo nuestro como una estructura 
de vigas y andamios en constante
 movimiento
nuestra razón de ser fue siempre el encierro

¿hasta dónde llega mi voz?

¿cuánto tiempo aguanta con vida una misma emoción?

¿cuánto tarda el amor hasta convertirse en parodia?

qué es un corazón 
sino una bolsa con puro humo 
que de buenas a primeras 
se rompe liberando
la alergia y los males de este mundo

es inevitable.
con la cara triplicada ante al espejo rebota siempre la misma pregunta:

¿qué culpa tiene el cuerpo?

si ya lo han devorado, regurgitado, despojado de humanidad, quebrantado su espíritu, acallado su voz, si ya lo han escupido, triturado, lo han tirado abajo de la línea de subte más insegura de la ciudad, le han quebrado las piernas, roto los brazos, obligado a mirar al cielo esperando por un sol que nunca llega, si le han mostrado sus sueños incompletos, le han ejecutado a su familia frente a sus ojos, lo han enterrado, le han perforado el abdomen con lanzas en una dudosa representación de la muerte de jesucristo, lo han resucitado, le han hecho creer que realmente valía algo solo para re-afirmar la miseria que guarda, lo han decepcionado, le han roto su corazón, lo han privado de sus cenas, no le permitieron tener un cumpleaños, si ya han roto su hogar, y lo obligaron a vivir en las alcantarillas que ni las ratas saben habitar, le han recitado poesía barata, si ya le prohibieron escribir, le censuraron la expresión, le cortaron sus manos y las reemplazaron por pezuñas de chanchos que lo fuerzan a comer crudos. si ya le han quitado todo.

¿qué culpa tengo?

¿por qué cargo con todo esto?

¿por qué no me permito salir de mi habitación después de tanto? ¿por qué me auto-reprimo? ¿por qué me exijo tanto si sé que nada puede satisfacerme?

¿qué nos queda de todo esto?

¿que podemos hacer con todo esto?

y claro que lo mejor es 
       cruzarse de brazos,  
         tragarse el silencio

y aceptar la auto-mutilación de todos los días, esperando que de uno de esos días, pueda nacer algo que realmente valga la pena.


Escrito con Felix