la tinta adormecida,
se jacta de ser, la más divina expresión de la incertidumbre;
mientras que las páginas vacías,
tratan de alimentar, en un inútil intento,
la poca imaginación, que creemos haber llegado a preservar;
el habla, se corrompe,
ante burdas y asépticas, expresiones,
que desgarran, aquella benévola virtud del silencio;
y emergente, así se ve el veneno,
del cual nosotros, los espurios de la creación,
pronto habremos de beber;
beodo,
el labio murmura,
pero resulta ilusoria,
aquella elocuencia del esbozo de la palabra;
y la distancia,
se gesta en el vientre de nuestra discordia;
por no poder darle honor en la muerte al silencio;
y de aquel labio,
saben ahogarse las gotas,
que nos embelesaron,
con las habladurías de la estupidez;
y que supieron,
degenerar la bondad de la fértil tierra,
que hoy, ya seca;
comienza a marchitar,
y hoy,
más allá del sol,
tal vez queden palabras,
dichas, lloradas, gritadas por nosotros,
ya que hoy,
solo al colisionar dos pieles distintas,
podemos percatarnos,
de que hay alguien a nuestro lado;
aún no hemos perdido el calor,
pero el día llegará,
nos perdemos excepto a nosotros mismos,
y tal vez, cuando del pensamiento,
nos desliguemos,
seremos por fin humanos,
y no lo sabremos
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