miércoles, 13 de mayo de 2015

Introspección

sobre el filo abismal de los párpados,
sabe atisbarse un vestigio de la pupila,
que da, una furtiva mirada a su exterior;
mientras que el iris,
permanece sumido en la introspección,
donde su color ya no deslumbra;
opacado por la tiniebla de la culpa,
que se relega al pensar,
y carcome ideas, para obligar a quien,
entre su sapiencia la ostente;
a pensarla,
a concebirla,
para asesinarla, luego, en un alivio;

luego el corazón sincronizase con la clepsidra terrenal,
que devuelven al sentido y a los ojos,
la noción del tiempo,
en el que su cuerpo pende;
antes de desfallecerse,
y verse, ultimados por la muerte;

luego olvídanse de la clepsidra terrestre y del corazón,
se alza, la razón del instinto;
y de nuevo, la introspección, de mucho parece no haber servido,
de nuevo; el tiempo es eterno,
y el sentido parece haber sido postergado,
ante la siempre naciente ambición;

sabe existir, una suerte de divergencia entre dos distintos universos,
en los que el ser, ambos habita en el lapso de su peregrinaje;
el interior, pernicioso para aquel,
cuyo juicio sobre su actuar, se muestre intransigente;
casi auto-destructivo;
y el exterior, que a pesar de sus cambios, permanece inmutable,
para el ojo que sabe verse a si mismo;
ambos permanecen desconocidos para él,
y separados, por una delgada línea de piel,
que aparenta ser el límite, del cuerpo del ser
que en la resignación del poco tiempo para conocer,
crea, en un intento fatuo;
un tercer universo,

el ser,
ante la vastedad de lo interno y lo externo,
edifica una invisible recámara, 
donde reúne condiciones familiares,
de ambos mundos;
donde el es ley, y el es transgredir;
recorre senderos que de infante corrió,
y comparte con sus pares,
cuyos mundos se conglomeran e interconectan,
mediante delgados hilos de seda;
los sentimientos y pensamientos más superficiales;
asustado por su propio subconsciente y presconciente,
obedece al instinto de la somera conciencia,
no indaga,
ni se sumerge en sus ideas,
ni en aquel mar que sus ojos conocieron,
simplemente crea un escenario hipotético,
solamente argumentado por especulaciones;
y en su mundo es ley,
porque él, en todo su opaco resplendor, es ley;
y permanece siendo ley,
hasta que una acción,
un decir, un pensar, o una determinada situación;
emana y fabrica una repercusión,
en otro de los dos mundos,
y se ve obligado a recurrir,
al carácter catártico de la repercusión,

y así sabe vivir el ser,
desde los añoros de la sapiencia;
siempre,
trastabillando,
y cayendo en el mismo eco,
que canta la misma fosa,
sobre la misma forma,
de vivir una vida;

resoplando;

"cayendo en enternecido alivio,
en una constante fatuidad divina;

hasta dar cuenta que se es humano"

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