abraza al sauce, hijo del rigor;
que ya, muy solo está,
entre la niebla,
se atisba, su soledad;
convéncelo de florecer,
porque así será el árbol,
más bello de este invierno;
y su sombra,
será reflejo del calor,
en este infierno eterno;
y antes que se produzca el fulgor,
arrojense al mar, para salvarse;
y retocen juntos,
en la espuma de la sal;
que tanto a tu piel,
como a su madera,
secarán;
abracen la luz de luna de esta noche,
salpiquen, la sal de mar,
que ya encandila;
este fuerte sol calcina,
al sauce y a su soledad;
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