viernes, 12 de septiembre de 2014

Bucle

vomité.
me desmayé.
(una hora..)
(dos horas..)
(tres horas..)
(cuatro horas..)
(cinco horas..)
me desperté.
sentí el putrefacto olor del rechazo a la cantidad de alcohol que ingerí que mi cuerpo expulsó violentamente horas antes.
vomité un poco más.
mis párpados no podían siquiera pestañar.
yo no podía siquiera reaccionar.
estaba tumbado a un costado de la cama, sollozando.
decidí volver a dormir.
me desperté nuevamente.
vi pelos que no eran míos a un lado de mi almohada.
me dio asco.
me di asco.
el ambiente de mi alrededor terminó por asquearme completamente.
intenté pujar el contenido de mi estómago hacia afuera, para saciar aquella sensación.
pero estaba vacío.
solo saliva brotaba de mis resecos labios.
me cubrí con las sábanas para no sentir el hedor.
decidí volver a acostarme.
pero no me encontraba cansado, ni hacía frío afuera.
solamente quería mantenerme alejado de toda la mierda que cotidianamente recorría apaciblemente las calles sin vergüenza alguna un poco más.
finalmente me desperté.
en aquella habitación donde me encontraba no había ventanas.
no era un impedimento, de todas formas, no me gustaba admirar el cielo.
no desayuné, siguiendo mi rutina.
no me lavé los dientes, siguiendo mi rutina.
tomé un trago de algo que a simple vista no tenía noción de que era, eso era nuevo.
nunca viene mal un salvavidas de espontaneidad ante el abrumador mar de la monotonía.
aunque el ahogamiento es constante.
me ahogaba en mi propia saliva. (ojalá no supiese nadar)
me ahogaba en mi propio alcohol. (ojalá no supiese nadar)
me ahogaba en mi propio semen. (ojalá no supiese nadar)
me ahogaba en mi propia mierda. (ojalá no supiese nadar)
me ahogaba en la mierda de los demás día a día. (ojalá no supiese nadar)
hacía gárgaras con las heces putrefactas de cada persona que veía caminando por las calles todos los días.
y no era solo yo.
en alguna parte de la ciudad, alguien se bañaba en mis repugnantes desechos fecales.
y no voy a negar la sonrisa que me generaba eso.
que se borraba en el preciso momento que tenía que bajar las escaleras de cinco pisos desde mi departamento para llegar a la calle.
yo prefería eso.
odiaba los ascensores.
no es claustrofobia, pero simplemente odio tener que estar obligado a ver un espejo.
odiaba tener que verme a mi, y es peor cuando tengo que ver a otra persona, con la que no puedo evitar tener contacto físico.
odiaba caminar hasta una parada.
odiaba esperar.
odiaba tener que tomar colectivos para llegar al trabajo.
odiaba soportar gritos de un iracundo superior cuando llegaba tarde, que era casi siempre.
odiaba tener que trabajar ocho horas por un salario que no llegaba a las tres cifras.
odiaba deambular hasta encontrar algún lugar que me diera cobijo hasta el auge de la madrugada.
odiaba tener aquel impulso de gastar casi todo en el primer antro que encontrase.
odiaba tener aquel otro impulso de gastar lo que me quedaba en algúna mujer despojada de toda escencia de vida.
odiaba que aquella mujer sea exactamente como yo.
odiaba tener que compartir mi licor con esa prostituta así no se ponía a llorar por su trágica vida.
odiaba la transpiración de su cuerpo que se impregnaba en el mío mientras estaba arriba de ella.
odiaba sus gemidos.
odiaba su cara.
odiaba que quisiera dormir abrazados.
odiaba que pensara que por solo diez pesos podía quedarse en mi casa.
pero no tenía valor para decir algo al respecto.
no tenía valor.
ni coraje, ni valor como persona.
vivía al límite de la pobreza.
y me embriagaba para olvidarlo.
en una de esas, quizás me olvidaba de mi mismo.
mi visión ya no era constante.
mi caminar tampoco.
todo era borroso.
el baño blanco y su luz que no pasaba para nada desapercibida, volvieron a mis ojos solo dos tajos.
el inodoro, también blanco, sirvió de almohada temporal.
por cada vómito, todo parecía apaciguarse.
todo parecía estabilizarse
creí haber terminado de expulsar todo aquel alcohol, ya que no había comido nada durante todo el día.
me dirigí a la cama.
tropecé.
mi piel se erizó por el frío que estaba el piso.
mi aposento parecía estar a millones de años luz.
y solo estaba a dos pasos.
conté siete segundos.
uno..
dos..
tres..
cuatro..
cinco..
seis..
siete..
no pude pararme.
conté dos más.
uno..
dos..
dí una gran y rápida zancada hacia mi cama.
agradecí a mi cuerpo por no caerse, ya que había agotado todas mis fuerzas.
me quedé inmóvil mientras yacía sentado en la cama.
todo estaba negro.
pero aquel movimiento brusco había agitado mi visión.
y veía distintas tonos de aquella oscuridad.
pero sabía que era lo mismo.
puse la palma de mi mano sobre mi panza.
sentí como mi estómago se exprimió a sí mismo, y viajó por la tráquea hasta mi boca.
(lease el comienzo..)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario