viernes, 12 de septiembre de 2014

Poema basado en un cuento (de Yami Mundaca)

cuarenta y tantas arañas pululaban mi cuerpo.
estaba tan atrapada en las sensaciones, que ni siquiera me molestaba en ver cuantas eran.
pero sabía lo que eran.
sentía las ocho patas de cada una, mientras que, de una forma desinhibida cosquilleaban cada parte de mi ser.
les tenía miedo.
y la manera en la que me paralicé en aquel momento, lo demostraba.
sin duda, les tenía miedo.
pero trataba de lidiar con el pavor.
pensaba que así tal vez, se esfumaría.
pero supe tiempo después, por experiencia, que no era así.
al dejarlas que me conozcan tan profundamente, solo gané escalofríos.
y una póstuma sensación de que algo seguía caminando en mi.
pero no había nada.
intenté, sin éxito, arrancarme la piel que había sido corrompida por su suciedad.
que directamente, me convertía a mi en suciedad.
quería deshacerme de ellas.
quería olvidarlas.
quería dejar de pensar en ellas y que me produjeran algo.
quería dejar de sentir.
quería volver a dormir.
hacía dos días que no podía cerrar los ojos más que para un pestañeo.
malditos aquellos arácnidos, que acaparaban toda mi atención.
y que me acaparaban en mi totalidad.
estaba perdida.
estaba frustrada.
quería alejarme de todo por un momento.
encendí un cigarrillo cerca de la tela que alguna de ellas emanó quien sabe cuando.
y el destello del encendedor la convirtió en un fugaz hilo de fuego.
idea.
había tenido una idea.
provocaba una muerte diaria a mi cerebro cada noche que pensaba en como llevarla a cabo.
ignorando que mi peor temor, estaba escondido y esparcido por toda la casa.
por fin, tuve la visión perfecta.
preparé todo.
el recorrido que todo iba a tomar apenas encendiese el viejo sillón.
el fuego treparía por las camisas de mi padrastro.
seguiría para un añejado mueble, que a su vez culminaría en las paredes de madera, y así en toda la casa.
medida drástica? quizás.
pero con tal de borrar aquello que persigue a uno al punto de volverlo paranoico, lo drástico no es el límite.
pensé que la casa estaba sola así que como si fuese algo rutinario, proseguí con mi plan.
la sala se tiño de un naranja rojizo, que iba cambiando de tonalidad según como ardían las cosas.
cada segundo de distinta manera.
estaba tan aliviada, que casi se me paraliza el corazón al escuchar los inconfundibles tosidos emanados de la ronca voz de mi padrastro, causados por el humo que el fuego dejaba escapar.
no sabía que hacer.
me confundí tanto.
que me volví a perder.
y me perdí en un infierno, o lo más cercano a él.
dejándome sucumbir ante las llamas que yo había provocado.
mi piel, por fin había conseguido ser arrancada.
mi cara, había sido corrompida ante el calor.
derritiéndose.
y yo me desvanecí.
para despertarme entre medio de acusaciones, y acusaciones.
nadie podía comprenderme.
nadie podía sentir lo que yo había sentido.
y se ve, que si uno no siente lo que los demás sienten, es incorrecto.
y soy una loca.
digo, esas arañas estaban ahí.
lo repito para convencerme.
lo repito para convencerme.
pero cada vez que lo reitero, más dudas se abren paso en mi mente.
oh, podría haber sido yo una piromaníaca sin siquiera saberlo?
o tal vez, una asesina inconsciente?
pero sigo firme ante mis convicciones.
esas arañas estaban ahí.
cierto?
(me pregunto a mi misma)

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