en dependientes del tiempo, inevitablemente nos convertimos.
para que cuando aquel día que nuestro reloj se quiebre, también lo hagamos nosotros.
es un percance.
parece tan eterno, solo hasta el momento en el que se acaba.
y pasamos todo ese lapso de variada duración para cada individuo en cuestión, malgastandolo, creyendo que podemos procrastinarlo.
pero el remordimiento se hace más y más notorio al correr de los años.
hasta que en nuestro lecho de muerte, o solo en el momento antes de perecer, nos damos cuenta de la atrocidad que cometimos ante nosotros mismos.
perjudicándonos, al correr de las oportunidades.
maldito el que inventó el tiempo.
maldito el mismo tiempo.
y malditos todos nosotros, que nos codeamos entre pares, aparentando ser inmortales.
¿pero realmente, que ente que alega ser inmortal le teme a la mortalidad?
esa, quizás, sea la señal mas notoria, y no le correspondemos ni siquiera una pizca de la importancia que realmente precisa, y representa en nuestras vidas.
cada cual es dueño de los minutos que le corresponden, yo nunca podré ubicarme en posición de juzgar.
pero tantos lamentos llego a oír, de luces humanas que súbitamente se apagan, dejando un poco más oscuro el mundo.
que temo.
simplemente temo en el arrepentimiento que puedo llegar a sufrir.
y temo por la existencia de un mundo más allá de lo terrenal, en donde mis dolores, y las angustias que me aquejan, se hagan eternas.
y que viva aquellos días, deambulando entre la existencia y la no-existencia, replanteandome una y otra vez los escenarios hipotéticos de mis días pasados, en los que no existe ni un minuto desperdiciado.
anhelando ignorar la realidad.
anhelando volver a llegar al pasado.
que tremebundo sería, aquel final sin un fin, para un pobre individuo como yo.
pero no ostento temor alguno ante la muerte.
ostento miedos ante la agonía eterna, bañada en un constante remordimiento y desesperanza.
mi peor temor es el arrepentimiento.
mi peor temor es malgastar mi tiempo.
mi peor temor soy yo.
y todo lo que puedo llegar a hacerme a mi mismo.
viajo en una laguna, y cada vez que reflejo mi rostro en el agua, veo los incontables destinos plagados de aberraciones ante la naturaleza sin preocupaciones.
soy mi propio enemigo.
y me vuelvo aliado de mi tiempo.
solo para evitar dejarme ser.
suspiro, para evitar el sobrecalentamiento de mis ideas, y para persistir un poco más.
el reloj no para, aún no conozco mi final.
contraigo mi pecho, solo para volverlo a expandir.
y así las veces necesarias, para poner mi corazón a punto con el reloj.
porque sé que si este ha de ir más rápido.
más rápido me iré yo.
aumentando así, la ya escasa brevedad de mis cortos minutos.
y sé que si no lo evito ahora, después no lo voy a notar.
hasta que ya sea tarde para remediarlo.
hasta que ya sea tarde para remediarme.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario